Awake

Desperté en la cama de una chica cuyo nombre no diré, me encontraba tumbada pero con la espalda erguida, apoyando mi cabeza en uno de los armarios que se encontraban encima del cabezal. Ella estaba medio apoyada en mí, mirándome con sus ojos verdes y marrones, sus labios pintados con un rojo muy llamativo, su pelo caído por los hombros y su cara tierna llena de pecas. Notaba añoranza a las miradas que me mandaba, notaba el calor de su cuerpo junto al mío y me daban ganas de estrecharla entre mis brazos. Entre palabra y palabra, en los huecos que ocupaban los silencios, nuestros ojos decían cosas más allá de los temas que compartíamos en ese instante. Reflejaban cosas pasadas y cosas que quizás todavía queríamos que pasaran.


-Muchas veces me he acordado de ti… -sinceró.

-¿Y eso, por qué te acuerdas de mi? –me sentía ruborizada ante tales palabras. Su mirada recorría mi cara y se abalanzaba sobre varios puntos de la habitación, señalando objetos.

-Son cosas de las que tú me hablabas cuando ponía la cam, que te gustaban y siempre que las veo me recuerdan a ti.


Intenté esconderla, pero terminé por sonreír. Me incorporé y comencé a mirar más detenidamente esos objetos, pero no me lograba concentrar. Ella tenía la mirada puesta en mí, y yo se la devolví. Miraba la intensidad rojiza de sus labios que gritaba mi nombre. Posé mi mano en su mejilla, la acaricié varias veces y…

Me desvanecí... Me desperté.

Revolviéndome.

Siento que tengo un nudo alrededor de mi cuello y que, cada vez, va apretándose con más intensidad. Mis pulmones comienzan a dolerme, siento pinchazos en el pecho. Mis ojos ya no tienen un punto fijo al que mirar, se quedan vacilando en lo que les rodea. El frío se apodera de mi cuerpo, comenzando por la punta de los dedos, desplazándose poco a poco hasta llegar al centro de mi tórax para rebentar la bomba sanguínea que llevo conmigo dentro. Este barco se está hundiendo, no queda más que el arrastre de las olas para sumergirlo completamente bajo el profundo océano y quedar meramente en el recuerdo.

Te salvaré de ti misma, aunque no puedas sostenerte en tus dos pies. No voy a renunciar a ti, porque estas cicatrices no nos separan. No renuncies a mí. No dejaré que derrames tus lágrimas un segundo más. El camino ha sido largo pero continúas en él, aunque hayan bifurcaciones y ésta sea una de ellas. En tus labios no hay fracaso, no temas a cerrar los ojos, no puedes hacer otra cosa.

No pienso regresar a casa, estoy 6 metros por debajo del suelo y el propio aire consiga asfixiarme, no saldré de aquí. Me cuesta hinchar mis pulmones, parece que cuanto más lo intento se exprimen con mayor rapidez. El corazón va dando tumbos, es arítmico, no sabe cuando bombear la escasa sangre que le queda. Nunca es demasiado tarde, pero continúo a la espera.

Me temo que el barco se hunde, esta noche.

Lights out

Audio: Devil Sold His Soul - Callous Heart
http://www.youtube.com/watch?v=6Oj8PzxB044&feature=related

Muchas veces hay garras que se clavan en tu pecho, llegando a tu corazón. Lo tocan, lo rajan, lo agarran y tiran con fuerza para sacártelo de lleno... Como si se tratase de algo vacío y sin valor. La sangre empapa el suelo, y lentamente camina, llegando hasta los extremos de las baldosas que pisan tus propios pies inertes, dejando el equilibrio a las rodillas que caen por su propio peso al mismo lugar donde acabó el flujo carmesí y, consecutivamente, el resto de tu cuerpo desciende hasta la superficie rígida y fría encharcada por líquido. Se cierra el telón, todo ha terminado. Los aplausos inundan la sala, ignorantes de que la representación teatral es más que verídica, la imaginación no reinaba en ningún instante, y los sentimientos de pavor, miedo, y soledad eran reales. Las luces se apagan, los pasos y los murmullos se oyen cada vez más y más lejos, mientras el cuerpo continúa tendido boca arriba en el piso tras las cortinas de nylon rojizas, guardianas que disfrazan el crimen como fin de la función.

Puedo ver tus pulmones enegrecidos, contaminados por tu propia alma. Podría limpiarte, que redimieses tus pecados. Podría borrar tus crímenes, todos tus delitos. Sin embargo prefiero verte sangrar, oír tus gritos desesperados, mirar la manera que te retuerces en el suelo y oler el hierro que contiene tu flujo. Salgo de entre las sombras y me agacho apoyando una rodilla en el aire que queda entre el pantalón y el suelo, para estirar mi mano para así rozar el líquido bermejo y llevarlo hasta mi boca. Sonrío; es dulce como el rocío impregnado en las cañas de azucar a primera hora de la mañana.
Giro sobre mis pies 180º grados, para irme por el mismo lugar que vine, ocultándome en las sobras y olvidarme de lo trágicamente sucedido: has muerto, has muerto en mi alma. No hay esperanza de resurgir como el ave fénix, no hay segundas oportunidades, tan sólo queda la ceniza de lo que fuiste.

Quemas tus mentiras mientras ahogas mis palabras y mis suspiros, me tienes atada y quisiera romper las cadenas pero no puedo, no es suficiente, nada lo es. Me destrozo la garganta, rezando plegarias y contandi mi última bendición. Pero a pesar de eso te señalo y te reto a tí, Dios, porque al fin y al cabo, soy la Muerte. Aunque necesite aire para respirar, aunque me esté rompiendo por dentro es a causa de esta enfermedad... Es como un cáncer, es por tu culpa, por tu puta culpa. Deja que la sangre corra, porque al tercer día resucitaré de entre los muertos para enviarte directamente al infierno...
Tengo un secreto, está en la punta de mi lengua, detrás de mis pulmones. Voy a guardarlo, porque sé algo que tú no sabes.

El silencio me come, es un devorador agresivo, un lobo que me espera a la puerta de casa. Me arranca la piel a tiras. Es como un cáncer, la enfermedad podría ir a peor; es una angustia que podría llenar un mar por completo. No puedo dormir por las noches... es una maldición. Intento enterrar mi respiración, pero no consigo mantenerla mucho tiempo. La cabeza me da vueltas, es lo único que sé. Puedo aparentar estar alegre pero me pudro por dentro, la única manera de que sonría es que me cortes de oreja a oreja.

Me ahogo en el mar, como si fuese un ancla que carga con su propio peso y el del resto. No espero ir al cielo, no algo en lo que crea, simplemente espero ir a un lugar mejor y poder obtener respuestas a mi origen. Mis piernas han caminado demasiado, más lejos de lo que jamás pensé que llegarían. Incluso mis pulmones comienzan a desfallecer, comienzan a dolerme, pero no voy a renunciar, voy a salvarme a mi misma de mi propia destrucción.
Estoy atrapada dos metros bajo el suelo y, mientras me ahogo en mis palabras, puedo saborear el fracaso en mis labios. Pero no es demasiado tarde, nunca lo es. Cierro los ojos y puedo notar todas esas cicatrices que han ido marcando mi vida, a pesar de que el barco se hunda y que quizás esta noche no vuelva a casa, queda esperanza para mi.

No intentes de aliviar el dolor con pastillas ni coterapias, se cura desde el propio interior. Es un sueño que creamos nosotros mismos y del que, algún día, deberemos despertar.

Tengo un secreto, está en la punta de mi lengua, detrás de mis pulmones. Voy a guardarlo, porque sé algo que tú no sabrás.