Nufraguemos


- ¿Cuántas veces te lo he repetido? Déjame, son cosas mías.
-su lengua cortaba las palabras como si se tratase de una cuchilla- Sabes que quiero tiempo, lo necesito.
- No, no te pienso dejar en paz, sabes que no lo haré. ¿Te molesta que me preocupe por tí, que me preocupe por nosotras?
- ¡No digas "nosotras", ahora mismo no hay un "nosotras"! -los nervios comenzaban a crecer por su piel, como una especie de enredadera que la consumía lentamente.

Silencio. En aquella pequeña habitación de paredes azuladas sólo quedaba rastro del silencio. Miradas perdidas, dañadas. Lágrimas que asomaban su vista a la mejilla de una para desembocar en el suelo. Una mano que tapa una boca y luego mueden los dientes. La chica de pelo revuelto y castaño dejo caer el peso de su cuerpo en la cama, con la cabeza gacha, apoyada en sus manos mientras sentía el peso de sus codos sobre las rodillas. La joven de cabellos claros se llevó las manos a la cara, dando un fuerte resoplido.

- Lo siento, no quería decir eso... Perd...
- No tengo nada que perdonarte -interrumpió la morena-, has dejado las cosas claras. Muy claras. ¿Quieres tiempo? Lo tendrás, todo el tiempo del mundo para tí, sólo para tí.
- Siento haber sido tan brusca pero estoy muy nerviosa y agobiada, no sabes nada de lo que...
- ¡¿Y por qué no me lo cuentas?! -espetó- ¡¿Por qué no me dices las cosas que te pasan, las cosas que te duelen o que te molestan?! ¡Estoy aquí para algo más que darte besos y abrazos, joder, se supone que deberías confiar en mí!
- Confío en ti... Lo sabes... -sus palabras se escurrían suavemente por su boca, con un tono lánguido y pausado.
- ¡No, no lo sé! ¡No lo sé porque no me lo demuestras ni me dices nada!


Apretó sus manos temblorosas que, seguidamente, recorrieron su cara en un intento desesperado de extirpar su angustia y arrancar el inquietante latido de un corazón que parecía haber ocupado su cabeza. Los ojos se encontraron, sus miradas palidecieron la una con la otra. Unos ojos pardos y otros rubios naufragaron en un mar de dudas, inseguridad y tristeza, dentro del mismo barco, sin dejar un papel en el interior de una botella vacía.


Las gargantas callaron, no había más que decir. El alma que se reflejaba en los ojos de cada una decía más que cualquier sonido que pudiese emergir en aquel instante.