Explota.


Observar tus palabras y que me estremezca un nerviosismo extraño. Soltar una carcajada con apenas un sinsentido que dejas entrever. Ruborizarme cuando leo entre líneas, y sonreír de manera pícara con su significado. Pupilas que te desnudan lentamente, colmillos que atrapan a la presa...

Hundir mi mano en tu pelo y acercarte a mis labios. Besarte con timidez primero, luego morderte y jugar a ser traviesa, sin dejar que tu boca se acerque a la mía. Ver esa sonrisa cómplice que te saco y que no poder evitar copiarla. Manos que suben y boca que baja. Respiraciones que se intensifican, camisetas muertas en el suelo. Lamer cada rincón de esa piel pálida que llevas puesta, desde tus pechos hasta el ombligo como parada de transbordo. Esperar varios minutos en él, hasta que los pantalones no pasen del piso y llegue a la parada monte Venus. Notar primero la calidez de la tela que lo cubre y después dejarlo a descubierto para mi deleite. Mordiscos que provocan alaridos, roces estimulantes de placer. Dejarte sin aliento y que tan sólo el sudor arrope nuestros cuerpos.



"Girl, your sex is on fire".

Paralysed


Explotar.
De frío a caliente,
a gélido de nuevo, 
quemándome por dentro.
Congelar miradas
de esas que matan,
con balas de plástico
que rebotan mis miedos.

Sacudir pensamientos
traducirlos a tu idioma
y que aún no entiendas
los motivos.
Hablar.
Con el cuerpo,
la mirada,
o a suspiros.

Derrochar lágrimas
que mueren en el suelo
de tu incertidumbre.
Asfixiar palabras
que ya no tienen sentido,
que no van más allá
de tus caprichos.

Cerezos en flor.


El deseo nunca fue bueno,
pero no puedo evitar que
la natura extraña que me recorre,
provoque espasmos en mi pecho.
Todos los actos refrendados
a una costumbre intrínseca,
oculta hasta el amanecer vacío
 en el que mi puzzle olvidó una pieza.

Mi boca busca tus labios
para derrochar el ansia guardada.
Mi lengua quiere saborear tus besos,
y ellos quieren cambiar de temperatura.
Mis dientes se impulsan a morderte,
y tu cuerpo mantiene un silencio inquietante,
que se rompe con cada caricia que derramas sobre mí.



Distancia.


Distancia que hay entre las palabras,
la que te separa a tí de mí.
Distancia que surge entre los segundos,
entre los sueños a seguir.
Distancia que aparece mientras hablas,
e irremediablemente cuando pienso.
Distancia de tu silencio a mi murmullo,
de tus miedos a mi ilusión,
de tus hojas escritas al blanco de mi lienzo.
Distancia que separa a la semilla del cielo,
a la mente del corazón.

Distancia es lo que callas, lo que gritas,
lo que creas y luego evitas.
Distancia entre mis delirios, entre mis suspiros,
que se acorta cuando camino.

Distancia... del presente al olvido.

Barco en llamas.


Las palabras se rompen y caen por todo el suelo. Mis pies desnudos no pueden evitar pisarlas y que la sangra se expanda por toda la habitación. Duele mucho más por dentro, saber que mi piel en un par de horas dejará de borbotar líquido pero lo que se me resquebraja por dentro, tardará un tiempo en coserse. Las ventanas se quedan cerradas hasta nuevo aviso, y la puerta está bajo llave. Mis gritos no retumban en el cuarto, el auxilio no llega y no hay manos suficientes para socorrerme. El único impulso que me brota es apretar los ojos con fuerza y tratar de convencerme que realmente estoy bien. Pero no es así. No hay papel en blanco, todos los cuadros están pintados. Escribe sobre mi piel: "Sé fuerte".

Billete de ida.


Golpeaste la puerta en silencio,
evitando mi mirada en la oscuridad.
Rechazaste mis pupilas
ahogadas en un océano salvaje.
Rallas la imperfección de mis suspiros,
y coagulas mis palabras indómitas.
No puedo arrancarte los pensamientos
que guardas en tus labios marchitos.
Enmudezco tu compañía
mientras evoco aquellas elocuencias,
sedientas de carcajadas al aire.
Caricias perennes en mi piel,
recuerdos tatuados en el tiempo.
Escalofríos rellenos de melancolía,
y espasmos que ocultan las heridas.


Calibre 7.92


Comienza la agonía,
En tu pecho, en tu sonrisa.
Se rompen las convenciones
que escondías con palabras.
Mella la realidad visible
de ojos que no dicen nada.
El descontrol de tus manías
es una marea de incongruencias,
que dañan colateralmente
mis críticas esculpidas en mármol.
Rallas la cúspide de mis nervios,
y sosiegas mi océano inquieto.
Callas mis palabras férreas
con un silencio estoico.
Rebotan tus balas de hierro
en mi corazón abierto,
que agoniza lentamente
y zozobra entre mi miedo.




Campo de minas.


El rugido de mi mente nostálgica arranca los recuerdos de mi piel para depositar un nuevo aroma, un huracán de sensaciones macedónicas que me fascinan y a la vez me enloquece. Reflejar el sol con un espejo, hacia las nubes de tu hoguera. Encontrar al mar verde mirando al horizonte de mi pensamiento, esperar con el barco a las valientes gaviotas que cruzan los límites de la tempestad.
Aunque las agujas del reloj no indiquen la hora exacta, los años se acumulan para ganar experiencia. Me ahogo en transiciones aberrantes, salpicando agobio y desazón. Traduce los colores en líneas abstractas por lamentos sumegidos en vasos ya vacíos.

Permanece tranquila.
La calma llegará... temprano.


Elegía del silencio.


Observo con ojos muertos
los astros sin vida
que custodian la tortuga blanca
nacida de la ceniza.
Clavar mis pupilas
en ideas moribundas
que turban mis memorias,
y apuñalan mi corazón sediento.

Arrancar un suspiro
del ayer marchito,
cerrar los párpados
de tu presentimiento
todavía oprimido y
otorgarle silencio.

El sueño de la nostalgia
sufre insomnio por la distancia
que el día oculta
y la tristeza sana.

Tus ojos aún abiertos
pestañean las heridas marcadas
en el equilibrio
turbio
de tu pensamiento.

Arrugas en el viento
heridas que no hay en tu piel.
Sentencias al otoño incierto
guardar la corteza de tu calma,
los llantos que el papel aguanta,
el rocío de una noche clara.

Crucificada en un limbo
provocando estalactitas,
callo mi dolor indómito
en hogueras de silencio.

El cénit de la aureola.


Y a la nada desapareciste tan rápido como llegaste. La agonía en tu pecho hacía eco de la melancolía errante de tu ser. Sucedió. Paraste en seco, sin dar si quiera media vuelta para que recordase la profundidad de tus pupilas. Machaste, sin terminar de hacer las maletas. Silenciaron mis gritos tus manos ahora livianas que se suspenden en el limbo de la recreación humana. Sacudo la tristeza que ampara mi desazón y pesadumbre, pues la calma llegará de un momento a otro. Intentastes conquistar el mundo entero, pero derribaron tus muros ahora cenizos. Reliquias de ese pasado que durante muchos instantes albergó esperanza y sobriedad. Pero sin contrato no hay garantía, y sin garantía no hay contrato. Firmaste sin mirar la letra pequeña, sin importante los vaivenes del camino. Aceptar todo tal cual viene es la base de la improvisación. Tu actuación fue sublime, pero ahora que no estás, ahora que faltas...

No me encuentro.

El hombre imaginario.

El hombre imaginario
vive en una mansión imaginaria
rodeada de árboles imaginarios
a la orilla de un río imaginario.

De los muros que son imaginarios
penden antiguos cuadros imaginarios
irreparables grietas imaginarias
que representan hechos imaginarios
ocurridos en mundos imaginarios
en lugares y tiempos imaginarios
Todas las tardes imaginarias
sube las escaleras imaginarias
y se asoma al balcón imaginario
a mirar el paisaje imaginario
que consiste en un valle imaginario
circundado de cerros imaginarios.

Sombras imaginarias
vienen por el camino imaginario
entonando canciones imaginarias
a la muerte del sol imaginario.

Y en las noches de luna imaginaria
sueña con la mujer imaginaria
que le brindó su amor imaginario
vuelve a sentir ese mismo dolor
ese mismo placer imaginario
y vuelve a palpitar
el corazón del hombre imaginario.

Crecer.

Cuando las palabras sobran,
e importan los silencios.
Momentos donde el hielo se rompe
a causa de tu respiración con la mía.
Abanico mi cabeza al aire,
queriendo descolocar los recuerdos,
que tu mirada inquisitiva se aparte
pero que tu curiosidad permanezca.

Porque tu piel toca la mía
y mi corazón se desboca.
Cierro los ojos con fuerza,
creyendo que todavía estás ahí,
analizándome con tu mirada curiosa
y con ganas de saberlo todo de mí,
sin dejar que yo ponga un pie en tu jardín.

Callejón del delirio.

La luz se tornaba en rojo,
mientras las cortinas se cerraban.
Me juzgabas sin escrúpulos,
Yo sólo era otro de tus antojos.

La violencia de tus besos,
y el miedo en mi mirada
te daban poder y dominio
sobre mi cuerpo aún ileso.

La alfombra no era demasiado cómoda,
y tu pecho oprimía mis pulmones,
pero no puedo articular palabra
si a mi voz le cortan las alas.

Tu aliento apestaba a ebriedad,
y por la nariz te quedaba azúcar,
de ese que controlas,
por el que evitas la soledad.

Callé en un sólo segundo,
cuando mi tus manos dijeron basta,
mi garganta enrojecida
a causa de tus impulsos.

No quedaba aire para mí en aquella habitación,
donde derramaste bipolaridad por los rincones.
La 126 de la calle Primero des Gràcies,
recuerda tu nombre, tu rostro, y mi adiós.

Coda.



Rompe
las nubes del silencio

y deja que la lluvia amenice conversaciones triviales.
Que el sol se esconda por un momento y las sombras se descalcen.
Traga saliva.
Abre tus manos ante la danza del otoño,
que sigas el ritmo como si fuese una coda del ayer.
Un negativo que pasa veloz ante tus ojos
mostrando los recuerdos que quedaron impregnados en tu piel.
Caricias que cortan la circulación,
adrenalina por palabras inyectadas en vena.
Tu aliento que conecta con mi respiración,
y mientras los miedos de la noche observan.
Siéntete viva.
Tartamudea esas sensaciones todavía ávidas,
saborea el aroma que queda en tus pensamientos.
Escupe la aflicción que cuelgan en tus pestañas estáticas,

que se cierre el telón para dar fin al comienzo.

A veces...



Sientes que te
comes el mundo.
Necesitas gritar a contracorriente.
Quieres ser más que un número de teléfono.

Pero sólo a veces...

Franqueza.



La calle apestaba a humanidad. Las zapatillas asfixiaban sus talones doloridos por el roce, hasta que condujeron el resto de su cuerpo a su hábitat natural: cuatro paredes
azules que simulaban la continuidad del cielo en su habitación. Con un hábil movimiento los zapatos quedaron olvidados casi debajo de la cama, dejando a sus pies libres aún envueltos en calcetines gruesos de rayas multicolor.

"Podría decir que no, podría negarlo todo y suprimir mi corazón, pero tú siempre sabrías que en las despedidas, yo soy la chica que se queda mirando a que se dé la vuelta y corra a abrazarla..."

Live the life.

Deja que el olvido sea quien te observe, que tus miedos salgan a la luz y tu mente viaje a otro mundo, desconocido. Pide una copa a tus bares de soledad, para rememorar aquellos recuerdos que decidiste tirar. Quema los fantasmas del pasado que te evocan, sincérate cara a cara con la vida. Enreda las emociones y salpica con intensidad.

Vive.

Espasmos de Octubre.

Sacude tus penas en mi red de escapismo.
Tus ojos rubios,
me hipnotizan.
Tu melena caída,
desencaja mi boca.
Tu boca degolla
mi cuello de cordero.
Tus manos calman
las mías nerviosas.

Tus labios carnosos
multiplican mi sed.
Tus miradas furtivas
cazan mis espías.
Tus abrazos intensos
incendian mi pecho.
Tus caricias penetran
en los rincones de mi piel.
Tus besos tiernos,
me roban el aliento.

Píntame alegrías, que yo te tatúo sonrisas.

Lover


Somos malos actores con malas costumbres. Queremos hacer una comedia pero terminamos surmegidos en un drama. Pero no me importa qué máscara hayas llevado antes, ni a quién hayas encarnado. Sólo quiero que mi lengua permanezca en tu boca, para evitar que las palabras se escapen. Si te gustan mis zapatos, entonces síguelos, pero antes tomemos un poco de vino, para degustar el sabor de la tragedia.

El amor es una excusa para recibir dolor, y para hacer daño.
¿Te gusta herirme?
Entonces golpéame, que no me duele.

Sobriedad.


Estoy cerca de ,

y es difícil luchar

contra estos sentimientos.
Atrapada en mil momentos,
respirando queroseno
porque me quedo sin aire.
No hay errores,
no hay presión

pero todo con calma.
Sonrío a mi manera,
beso de mil formas,
pero siento solo de una.


Me perdí en el tiempo.
Pero no muevas las agujas.

Serenidad.


Una noche en la que reine el caos.

Saldar una promesa quemando la ciudad
Una noche para poder acelerar la verdad.
Locuras efusivas que no se pueden reemplazar.


Desnudar al aire con tu piel,
Provocarte escalofríos infinitos.
Poder mostrarte aquello que no ves,
Y sentirme kamikaze desde un principio.


Una noche de magia, sin prisas,
Iniciarlo todo con un roce inocente.
Una noche para suspirar sonrisas,
y compartir latidos diferentes.

Quiero volver a chocarme con las farolas de tu ciudad.

El argot de la espuma

Cuando cae la noche y no hay graznidos de gaviota que alteren los gruñidos de las olas que suben y bajan tratando de alcanzar las rocas, en la orilla queda la espuma salada, que es pisada por huellas humanas que dejan su rastro hundido en el moldeable suelo arenoso.

Anette dejaba que su larga y castaña melena ondulada se meciera al viento, que su cuerpo se fundiese con el mar cada sábado nocturno y que cada corriente de aire frío erizase cada rincón de su piel. Sus pies eran acariciados a intervalos por las olas, mientras ella canturreaba canciones de sirenas. La sangre palpitaba por todo su cuerpo, para que cada segundo que pasaba se sintiese más y más viva. Desvía su mirada a un horizonte perfectamente delineado, y el reflejo lunar que podía ver en la lejanía hacía que levantase la vista hasta el satélite que iluminaba sus movimientos. Un halo de luz envolvía su cuerpo redondo y perforado por la erosión.

Su rostro sombrío quedaba oculto en el lado B, dejando que fuese su parte reluciente e impecable la que se mostrase ante el mundo. Anette tenía la misma máscara inocente y diáfana, compuesta de luz incandescente, capaz de atraer a las luciérnagas de cualquier ciénaga. El aire que caminaba por su piel desnuda la envolvía de tierna calidez, haciéndola parecer una niña con cuerpo de mujer. Rasgos apenas marcados, pechos correctamente formados, labios carnosos, y cálida tez morena que hacía resaltar su mirada teñida de verde era reflejo de la muchacha en el agua. Sumergió entero su cuerpo hasta que los pulmones oprimieron su pecho, emergió a la superficie para darle un bocado al aire y continuar aleteando, como si de una sirena se tratase, en las reposadas aguas cristalinas.

Singular.

Tu garganta pide a gritos mis palabras,
y mis ojos buscan tu mirada.
Espero a que tu puerta se abra,
y poder tocarte, sentirte...
Tenerlo todo y a la vez... nada.

Ver como el tren te lleva lejos,
y no estoy sentada en ningún vagón.
Tengo miedo de quien vea en el espejo
ya no seas tú, sino simplemente un alma en pena
aquella que alguna vez fui yo.

Haré que tu corazón rebote contra mi pecho,
que tus pulmones tomen mi aire,
y tus venas lleven mis ríos de sangre.
Provocar un alud con mi despecho,
que la nieve sea con quien de mi último baile...
Pero no antes de intentarlo todo,
antes de que sea tarde.

Agorafobia.

Aún queda un poco de tí en mis labios, todavía hay rincones que ni tan siquiera mi boca ha rozado. Quedan miles de sábanas por arrugar, decenas de chistes por contar y murmullos que decirte al oído. Quizás el lugar no es el correcto, y el momento no es el más indicado. Tal vez las palabras no sean precisas, y las mentiras ni se asomen por la puerta. Puede que las pupilas no se encuentren, que no se sumerjan en la profundidad de la otra y las pestañas den por zanjado el final de la actuación. Huellas de color en la pared que borren cualquier miedo, reflejos que sonrían por tí en los días malos, y crisis que quiebren contra la pared. Calambres vertiginosos que te mantengan despierto las noches de escalofrío, enfados que saquen la parte más vulnerable, y lágrimas que muestren lo peor de ti. Que los susurros de medianoche queden atrapados en un lienzo, y las caricias que me enseñabas perdurasen dentro del tiempo.

Mordiscos de tu piel sobre mi piel.

Cínico.

Despierta.
Pestañea dos veces.
Quítate el pijama.
Ve al baño y lávate la cara.
Desayuna un vaso bien frío de leche.
Con galletas.
Estornuda por la pereza.
Abre la ventana, para que Don Lorenzo se asome.

Imagina cómo habría sido todo sin tantos "pero" por delant. Intenta que tu boca muestre los dientes un poco más al mundo. Resuelve las infinitas cuentas a la hora de hacer la compra... Y las de la tarjeta de crédito. Busca un pantalón de la talla 40 que se ajuste un poco al muslo y una camisa escotada. Mira al sol con gafas negras. Aplaude a las palomas que inundan la plaza. Saca el euro que llevas en el bolsillo y regálate un refresco. Abre ese libro que dejaste a medias en la estantería, vete a un césped y léelo con toda la tranquilidad del mundo. Sacude el polvo de tu vestido y quema la ciudad con él. Tontea con el portero de la discoteca y pasa de gratis. Habla con el Dj para que deje caer tu canción preferida justo cuando estás en mitad de pista. Haz que una centena de ojos se claven en tus movimientos. Libera el instinto animal que llevas dentro. Deja huella en quien te apetezca. Consigue que tus labios pierdan el color. Bebe hasta que la vejiga te diga para. Asquéate de los baños y las alfombras blancas que alcanza tus pies. Toma equilibrio para no tocar el retrete. Escapa del averno. Clava los tacones en el asfalto. Devuelve el saludo a los cláxones que pasan a toda velocidad.

Vuelve a casa.
Cierra la ventana.
Estornuda por el aire.
Cena un buen vaso frío de leche.
Sin galletas.
Vuelve al baño y lávate la cara.
Ponte el pijama.
Cierra los ojos.
Sueña...

Sueña con todos esos sabores que te quedan por probar.
Piensa en otra manera de ser en la que te gustaría haber desenvuelto tu vida.

Náuseas.

Siento que el silencio me eriza toda la piel, que el tiempo pasa lento, y tu mirada me desnuda desde la cabeza hasta los pies. Pero qué voy a hacer, si no te oigo bien y todo lo que dices me deja del revés. Voy a mentir, voy a romper tus promesas en pedazos de papel.

Llévame a un lugar sin nombre.
A un universo deforme donde estemos solos los dos.

Coward.

Puños que se alzan al fuego, palabras que quiebran el Ártico. Balas de goma que atraviesan paredes y autopistas dirigidas hacia el infierno. Lágrimas que rebotan en el suelo y lagos teñidos de gris, un cielo que llora sangre, que se muere por vivir. Miradas de doble filo buscan otoños que tartamudeen ojas perennes, lenguas sedientas de una salida estupefaciente. Nervios que nacen mientras las historias se hacen, fruto de jugadas en las que el rey tiende a enrocarse.


Guiños cómplices que acompañan al café mientras se apagan las velas del pastel. Manzana gravitatoria que esquiva las flechas de Guillermo Tell, fomentar un juego no basado en ganar o perder. Olvidar los martes negros, y buscar en algún rincón un poco de esperanza; sentirse como gato en el tejado esperando a que el sol salga.


Horas que dan paso a una vetusta decadencia
Bonsai que se nutre de tierna impaciencia.

Frágil.

Contar
Hasta tres.
Observar
Cuadros blancos, negros.
Arder,
Rasgar la realidad.

Languidecer
Un segundo.
Cabalgar
Hundir
Aguantar
Rabia del mar.

Contar
Una a una tus pecas.
Memorizar
Palpar tus huellas
Lucir
Inconscientemente
Rayos de vanidad.

Permanecer
Roto y confuso,
Obstinado a la moral.
Masticar
Ecos de vergüenza
Saciar,
Alimentar tu anorexia
Sílabas de oquedad.

Rayos y centellas.

Una minucia en medio de la multitud que pinta sueños de inocencias compartidas. Incendios que provoca mi corazón, que logran hacerlo rebotar en la caja de tu pecho. Cicatrices que me dejan sin aliento, y logran que la nostalgia tome el control de mi mente. Un tejado que va antes que los cimientos, y cohetes que vomitan mil colores en el firmamento. Una lengua que no deje salir las palabras de tu boca, un destino cualquiera porque no importa donde llegar, sino ver el amanecer.

Reduce el tiempo entre decisión y acción, que fluya todo un caudal de sucesos. Contar secretos a las estrellas de madrugadas, sentirse como un gato vagabundo. Bañar tus labios con mis lágrimas de despedida, tomar el último trago de tu voz antes de marchar.

Quedarme sin palabras toda una noche...
para llegar mañana y poder interrumpir tu silencio.

Kinema.

Historias que nacen, crecen, se reproducen y mueren.
Con finales comiendo perdices y ahogados en un mar de lágrimas.
Alternativas opciones de elegir el camino largo o corto,
poder decidir si tomar café en tu no-cumpleaños
o si prefieres dormir para el resto de la eternidad.

El guión es modificable, no hace falta decir "sí, quiero".
Basta con cualquier palabra que logre recobrar mi aliento.
Frota la lámpara y pide de regreso el zapato que perdiste,
un viaje hasta el infinito y más allá,
y un buen plato de espaguettis con un par de albóndigas.


Afluentes que no derivarán en ningun mar.

Medio rojo, medio vacío.

Sólo quiero detener el tiempo, que mi sonrisa no caduque. Intentar mover ficha en este jaque mate y que las horas no me estrangulen por querer que los segundos se hagan más lentos. Una noche más para que las luces de septiembre terminen congelándose. El desorden de tu nombre me tiene desconcertada, no sé que va primero ni qué palabras lo forman.

Ya no conozco la profundidad del túnel que lo rodea, puede que hayas ahondado todavía más. Obligo a mi corazón a que lata un poco más fuerte, sentir que algo me da fuerzas ahí dentro. Logras suicidar mis pensamientos en un bucle de extraña angustia. Ardo en la hoguera que tienes por mirada. Nado en tus aguas inquietas y turbias. Disparo flechas al cielo nublado que se cierne sobre mi cabeza. Abro mi mente para que puedas leer entre líneas.
Te echo de menos.

A veces cuando callas, es porque hay más cosas que decir.
Rallar la pared, en busca de enigmas.

Vuelve.


Hoy despierto alegre pero amarga a la vez.
Hoy rebrotan recuerdos del pasado, procedientes de días lluviosos o al menos como algunas veces me sentía cuando escucho el agua repiquetear en el alféizar de la ventana: triste, melancólica. Lo cierto es que ese sentimiento no suele aflorar en mí, pero hay días y días... Unos en los que te comes el mundo, otros que te sientes rodeada de amigos, otros que por mucha gente que tengas a tu alrededor es la soledad quien se sienta a tu lado. Y por supuesto hay algunos como éste.

Sigo tumbada en las sábanas verdes que viste mi cama, mirando el cristal e imaginándome que es una mañana nublada, en las que tarde o temprano lloverá y no me apetecerá hacer más que enfrascarme en los grandes auriculares para sumergirme en música acústica. Sin embargo cuando me giro, estás tu ahí, con los ojitos cerrados y tu mano en el torso desnudo que se descubre ante mi. Me acerco a tu mejilla, la beso, y me resguardo bajo tus brazos queriendo sentirme protegida... Aunque muchas veces lo intento y no lo consigo. Pestañeas y levantas levemente la cabeza para depositar un dulce beso en mi frente, un "estoy aquí". Te estrecho aún más, tratando de cerciorarme de ello, pero en mi cabeza retumba la idea de perderte. Quizás sea porque cuando mejor parece que me van las cosas, todo se desmorona como si de una cadena de dominó se tratase; siempre lo echo todo a perder, cuando menos te lo esperas...

-" ¿No crees que es un poco tarde? ¿Por qué no nos levantamos?"
-" Vamos a quedarnos un poco más, cinco minutitos..."
-" No soy tu madre, a mi no me puedes engañar con esas triquiñuelas"

Y sus manos comienzan a juguetear por todo mi cuerpo, provocándome una risa incontrolable que inundaba la habitación. Las cosquillas son mi perdición y, por desgracia, él lo sabía.

-" ¡Quita... jajaja.... tus sucias manos... jijijaja... de encima!"
-" Lo siento pero no acepto órdenes "

Él se limita a continuar miscarjadas, fundiéndose con ellas. Los oyuelos se le marcan con cada gesto de su boca y hacía duras sus facciones. Relvuelvo su pelo para darle un toque extraño, "natural de recién levantado" como solía decir ella. No dejaba un instante de preocuparse por ella, y tampoco de que no hubiera una sonrisa en esos carnosos labios. Incluso había veces que se probaba un vestido mío y se maquillaba cuando me encontraba muy triste y quería animarme. Pero él es uno de esos chicos que por muy mal que tuviera el pelo o la ropa que llevara, todo le sienta bien. Es... maravilloso.

[...]

Me tiraba del pelo con fuerza pero no era suficiente para lograr que parase. Pensaba hacerla reír hasta que se levantase, pero cuando ya jadeaba y le costaba respirar decidí apartar mis manos a un lado para que se recuperase. Era increíblemente hermosa cuando sonreía. Me encantaba hacer el tonto con tal de que las preocupaciones se borrasen un instante de su mente. Sentía una enorme punzada en el pecho cuando sabía que algo le pasaba y no me lo contaba. A veces era tan cerrada y cabezota...

Estas sábanas blancas me tienen atrapado y necesito levantarme para tomar el aire, pero... no tengo fuerzas, me encuentro muy cansado... La comida ya no me apetece tanto como antes y creo que es por su sabor de "plástico".

Hace días que Lorraine y yo no nos vemos... Decidimos dejarlo hace tiempo, hará ya... unas tres semanas, supongo. Los días han sido muy lentos para mí; despertaba con ansias de ver el atardecer y dormía queriendo ver al sol salir. En ocasiones me retaba conmigo mismo a ver cuánta comida era capaz de mantener en la boca durante horas para tener algo que hacer, pero siempre terminaba tragando a los pocos segundos. Adivinar a qué se parecían las nubes me resultaba un tanto monótono, por lo que me distraía contando las manchas de gotelé que tenía la pared. Siempre volvía a empezar, se me cansaba demasiado la vista.

Los días de lluvia me traían buenos recuerdos, y con ellos, a Lorraine... Las tardes de cine antiguo, paseos en el parque que terminaban en asustar a las palomas, las comidas diarias, pintar algún que otro garabato para colgarlo en cualquier rincón de la casa. Mi vida entera.
Fue un día de lluvia el que me trajo la mala noticia, y fue ella la que desencadenó todo lo que ahora ocurre. Nunca lo había previsto, ni le habíamos hecho un hueco en nuestra vida. Pisamos el acelerador y fuimos demasiado deprisa, no imaginamos lo que iba a ocurrir nunca. Simplemente... dejábamos que todo sucediera de improvisto, y de esa manera vino esto.

Perdona, se me ha olvidado presentarme. Llevo hablando un rato y no me he parado a pensar que no sabes ni siquiera lo más básico. Soy Elliot, tengo 24 años y... me muero.
Esa lluviosa mañana, después de las risas en la cama, fui al médico tras varias semanas de intenso dolor en el pecho. Tengo un tumor en el pulmón. Nunca antes me había supuesto un gran esfuerzo hacer deporte, y comía una dieta saludable que me preparaba Lorraine, pero notaba que me costaba mucho más de lo normal. No paraba de toser, pero la garganta no me dolía.

Primero pensamos que sería una tos pasajera, que cuidándome y un par de pastillas estaría recuperado. Decidí dejar de hacer depote durante un tiempo, pero continuaba perdiendo peso y la tos se estableció en mi boca durante 2 semanas. Fue casi al final de la tercera que con ella escupía sangre. Esto último no lo sabe Lorraine, no quería preocuparla y preferí ir solo al médico por si acaso fues cualquier tontería. Finalmente no sucedió así, por lo que decidieron ingresarme para analizar el avance del tumor y, en el mejor de los casos, pararlo. Pedí que me dejasen un día para despedirme de Lorraine. Cuando entré en el coche para marchar a casa, el mundo se me vino encima. Pensé en Lorraine, pensé en mi madre, en mi padre... Pensé en los hijos que nunca iba a ver, pensé en ella criándolos sola, sin mí... Sin un padre que les recogiese del colegio y les reprendiese por meterse el uno con el otro. No podía imaginar a Lorraine con otro hombre, no después de tanto tiempo juntos. Lloré como jamás había llorado, las lágrimas parecían no acabar y los pañuelos se empapaban muy rápido. Al cabo de varios minutos, cuando logré mentalizarme de la situación y no llorar más, si es que me quedaban lágrimas, decidí no contárselo a Lorraine. Quizás fuese muy egoísta por mi parte, pero sabía que si se llegaba a enterar le costaría superarlo, y mucho más estando sola.

Por ello decidí pasar una maravillosa tarde con ella en el parque paseando, sin espantar ninguna paloma. Le susurraba que era la mujer de mi vida y que no querría otra que no fuese ella. Se ruborizaba y sonreía, tan ampliamente como todos los días. Era tan preciosa...

Pero por mucho que trate de hacerme a la idea, me cuesta bastante... No quiero morir, no quiero.

Agua dulce.

Hoy
Escondes

Todo
El
Recuerdo que

Emana

Obligado,

Girando

En mi espacio vital,

Necesitando

El soplo de mi aire para
Ondear tu vela.

Buen viaje, marinero.

Cosmos.

Raíces que entrelazan mis piernas al suelo, dejad que la tierra me trague. Ser uno con la natura, ser uno con todo. Saborear la brisa fresca que amedrenta toda mi figura, enseñarle los dientes al miedo y protestar una vez más en contra de cualquier tormenta. Que la voz sobreponga los relámpagos, y el fuego de mi mirada sea más potente que el de cualquier trueno. Montañas que rugen por un nuevo cambio, desiertos que emanan agua para los sedientos del camino. Estrellas surcan un cielo despejado de constelaciones deformes y nubes lloronas.

Mi casa es el mundo, y no soy más que otro habitante que lo puebla.

Stay alive.

Tarde o temprano tendrás que salir de la burbuja, y quizás cuando realmente te apetezca, las paredes sean tan duras como el mármol y te será imposible escapar. Si ni tú misma das pie a buscar soluciones, por imposibles que parezcan, no seré yo quien te obligue.

No pienses.
No enredes los sentimientos.
Deja que
vuelen libres, tal cual baila el viento.
Hielo que quema mi sangre, congela el tiempo.
Desata una tormenta de ideas y que yo explote en ellas.

No te cierres a cal y canto. Déjame una ventana abierta.