Confesión #1

Creo que esta va a ser, no sé si la primera, pero sí una de las pocas veces que hable sobre mí y una de mis paranoias características: la música.


No diré que toco bien ningún instrumento, porque realmente no lo hago. Tampoco soy versátil a la hora de tocar diferentes instrumentos, puede que me logre adaptar a cada uno pero no soy, ni de lejos, una experta en alguno. Me encanta aprender de todo, saber un poquito de cada cosa. La constancia nunca ha sido un gran problema para mí, de hecho 3/4 partes de mi día a día se basa en la música: nada más levantarme encender el portátil y ponerme Spotify, de camino a clase con cascos, a la vuelta lo mismo, y el resto de la tarde enganchada o al Guitar Pro o escuchando nuevos grupos que encuentro por ahí. Sin embargo, a veces llego al punto de pensar, ¿de qué sirve que me ponga tanto a componer si nunca logras terminar una canción? Cuando parece que una va por buen camino, otra melodía incesante se integra en mi mente y a p a r t o todo lo que estaba haciendo (ya fuese estudiar, leer, incluso comer) para abrir un nuevo archivo de GP y a plasmarlo. A las malas, me grabaría con el cutre-micro del portátil para, más tarde, darle forma con el programa.
Lo que más me ocurre es perder la noción del tiempo y de las personas. Cuando me encuentro medianamente "satisfecha" con lo que he hecho (pese a que fueran 4 compases), una paz interior recorre mi cuerpo y puedo continuar con lo que estaba haciendo. Esto en la época de exámenes es un gran reto para mí (aunque quien quiera que lea esto piense "tremenda gilipoyez la de esta chica, un poco más y es autista"). Pero es cierto, me abstraigo totalmente del mundo que me rodea; ya pueden hablarme por Tuenti, Facebook, Msn, Twitter, etc. que haré caso omniso a los soniditos de alerta. A veces he tardado cerca de 2 horas en contestar y me saltan con la frase de "¿te fuiste al baño y te tragó el vater?". Y aunque me cueste admitirlo, en muchas ocasiones no me acuerdo de lo que hacía antes de empezar la canción o lamierdapinchadaenunpaloquehacía.

Otros días, cuando me veo con la fuerza de continuar algo que había hecho o el riff no me convence, o me suena muy soso, o cualquier pretexto que me venga a la cabeza me resulta suficiente para quejarme de lo que hago.

Toda persona tiene complementos que le definen (ya sean piercings, zapatillas de distinto color...) pero en mi caso, además de los ejemplos nombrados, creo que uno de ellos son los auriculares. Los llevo prácticamente todo el dia en mi cuello, aunque esté sin escuchar música por falta de pilas @#!%, estando en clase o en casa de algún amigo hablando sin parar. Los veo necesario, en ocasiones me siento desnuda sin ellos (como actualmente, que se me han roto). Sí, puede parecer una tontería, pero si alguien tiene bastantes pulseras en su brazo (no sé, unas 10 o así) y de repente un día deja de llevarlas, se siente raro. Como un collar, una pulsera... Cualquier ejemplo vale.

Lo cierto es que incluso cuando estoy en casa con los altavoces, prefiero ponerme los auriculares a la hora de centrarme en música y no ponerla de fondo. Hablando de música de fondo, tengo la horrible manía de tener siempre una, me explico: tanto si hablo por teléfono, si voy en guagua con gente de clase, si estoy hablando con alguien que me he encontrado en la calle, caminando a donde quiera que me lleve el viento... Sólo me aparto un auricular de la oreja, el otro lo mantengo ahí (pese a que la melodía que suena no es justo la adecuada XD). Y si da la tremenda casualidad de que mi mp3 muere (sí, tengo un mp3, barato y para escuchar música, no necesito nada más) por la pila, la canción que sienta en ese momento adecuada para lo que quiera que esté haciendo en dicho momento resuena dentro de mi cabeza, no tan real como si la oyese pero sigue estando ahí.

La gente que haya leído el principio, que no le ha convencido y ha preferido cerrar la ventana, la gente que se ha cansado a mitad de la historia de leer, y la gente que está leyendo estas palabras quizás no entienda cómo me siento, cómo es ese aspecto paranoico en mi interior. Quizás se lo imagine, quizás crea que también lo siente y puede ser, pero no sé a qué nivel... Lo mío es una necesidad, una sed que desconozco si llegará a ser saciada...

Cómete el aire.

El cielo se destiñe, las nubes se aclaran o se enfadan según les apetezca. A veces vienen, a veces se van, pero en algún momento te dan sombra. Tú te limitas a cavilar observándolas, creyendo que quizás en el mejor momento lloverá o se abrirá la luz entre un par de cúmulos flotantes. La verdad es que cuando llevas un tiempo en un lugar sombrío, con una lluvia casi diaria, te resulta extraño la posibilidad de que el sol se mantenga tanto tiempo mirándote. Luego te das cuenta que realmente era lo que necesitabas, un poco de luz y brisa fresca que amenice el ambiente.

El repiqueteo de la lluvia en el cristal y el aire queriendo entrar a tu cúbilo hermético desaparece, ahora es el sol quien se queda apoyado en el alféizar, esperando a que te desenredes de las sábanas y despegues tus pestañas. Al abrir la ventana sale huyendo con intención de que persigas su estela, pero prefieres dar media vuelta. Nada es suficientemente bueno, nada es suficiente, al fin y al cabo.

Cuando llueve, porque llueve; cuando hay luz, porque hay luz; cuando no llueve ni hay luz... porque simplemente está oscuro. La conformidad no es una de nuestras características, por mucho que nos empeñemos en ello. ¿Qué hay al fondo? No lo sé. ¿Y si miramos? ¿Para qué vas a mirar? No sé, por curiosidad... ¿Curiosidad, por dónde empieza?

Es en el momento menos indicado, a la hora menos adecuada, cuando tienes ganas de que salga el sol y es todavía de noche. Qué le vas a hacer, tendrás que dormir un rato...