Confío en...

... que si avanzo un paso más, no dejarás que caiga.
... cada palabra comprometedora de nuestro vínculo.
... el daño al que me expongo cada vez que abro la boca.
... que si lloro, te pondrás la nariz de payaso para hacerme reír.
... tus sonrisas sinceras, tus sentimientos desnudos ante las farolas.

Confío en tí... Así que sujétame fuerte.

Incendio.

Es trepidante la manera en la que me miras, peligrosa la forma que mis manos se enredan en tu pelo. Cuanto más me acerco, más me impone la idea de arrancarte los labios a besos.
Mis dientes son los alfileres que cosen tus heridas.
La oscuridad es mayor a cada paso, las luces desaparecen con sólo una palmada. Deja que sea tu guía en esta habitación, que mis brazos sean tu cama y tu cuerpo el manjar perfecto de esta deliciosa noche.
Olvídalo todo, aquí solo existimos tú y yo.
Levita en mi éxtasis, suspende el tiempo, para que sean nuestros ombligos los únicos mundos donde presentes. Baja los párpados, gírate 360º y unas cejas fruncidas unidas a unos labios en forma de U estarán esperando con ansia tu llegada.

Déjame sin aire, sin aliento.
Quiero notar que el fuego de tu piel me abrasa por dentro y por fuera, que tu lengua calme todo aquello que estremece mi ser. Sacia tu sed con mi piel, sacia mi apetito. Las palpitaciones de tu corazón rebosan tu figura, cada vibración eléctrica que siento proviene de tus incesantes susurros...

Entrégame tu pasión.
Provoquemos un incendio.

Enagenaciones.

Vagando por ahí, cualquier lugar es perfecto para dar ambiente. El parque, las luces de la ciudad, las vistas del puente de San Francisco o la terraza del Empire State. Que el aire penetre en tus huesos y te consiga mantener despierto. Mantenerte vivo...

Observar el reflejo de las estrellas en tus pupilas, y navegar entre tus brazos. No tengas miedo a regocijarte, a decirme lo que piensas. Puedes quedarte tranquilo que no muerdo... Sólo a veces.
Eres quien decide cruzar la línea del antes y el después. Tira los dados, cuenta hasta diez y muéstramelo todo. Pon las cartas sobre la mesa, quizás te llevas el premio... o te vas igual que llegaste. Con dudas, con presentimientos, vergüenza y sobriedad.

Empápate del vino de mis venas, derrama la elegancia por el suelo. Arráncate la timidez, y deja que te guarde la ropa. Nos ponemos cómodos y apagamos las luces. Todo con tal de comenzar la escena de lujuria y sensualidad que nuestra mente sueña, para más tarde despertar y, ya bien sea por suerte o desgracia, no desembocar en buen puerto.

Desplegar las cortinas, que el sol lo inunde todo.
Una copa de claridad nunca está de más, nunca es suficiente.

Camarero, sírvame otra.

Sucedáneo.

Todo emerge por razones inocentes que parten del corazón, naufragan en tu respiración y terminan colapsando en mi sistema nervioso. Cada recuerdo aviva los punzantes alfileres que se clavan contra mi piel, una y otra vez...
La realidad se convierte en pesadillas abstractas o infantiles enagenaciones, y es cuando menos lo esperas que sobresaltada despiertas del limbo en el que nuestro cuerpo se ha acomodado. Quiero y no quiero despertar, desenredarme y volar, descansar y permanecer apaciguada. Tantas ideas recorren mi mente que no sé donde apoyarme, no veo atisbo de claridad al que agarrarme.

Haga lo que haga el resultado es daño... y más daño.

La sangre tiñe el rostro de los instantes enterrados que afligen mis suspiros. Las mañanas parpadean el gris apagado de mi mirada, camuflado con el torrente de mi lagrimal. Una correa asfixiante de la que deseo deshacerme, y sin embargo, me cuesta imaginarme sin ella.

Despertar mariposas con un arrebato de color.
Tan fuerte que hasta se me olvide respirar...
Suspira y dejate llevar.

#0291

Salir a la calle en busca de sabores.Revolver en las miradas de los transeúntes. Gestos, pasos que se alejan. Cabezas llenas de abstracciones y a la vez simplicidades. Huellas invisbles impregnadas en el asfalto me llevan hasta el banco del parque. En el otro extremo tú, con incesantes melodías en la mente, al igual que yo.

Corazones que laten al msimo ritmo, pupilas dilatadas que observan las profundidades más ambigüas. Mechones que caen a merced del viento, dientes tímidos que la boca muestra. Una melodía, un compás, un tiempo dedicado a tu piel. Una nota, un arpegio, tan sólo armonía es lo que siento cuando te siento.

Sólo necesito que sonrías para que la bomba que tengo en el pecho estalle en mil pedazos.

A veces...

... Siento miedo, a veces desearía parar el tiempo para detenerme a pensar las cosas un poco. No ser tan impulsiva, que mis neuronas lograsen contener un poco más cada respuesta.

... La exasperación se acomoda en mí, por querer y no poder. Contenerme y aguantar la energía que albergo para no estallar y hacer daño.

... Un cosquilleo trepa por mi espalda. Son tus manos quienes la recorren, y es mío el placer de dejarlas juguetear por mi cuerpo.

... Tus ojos iluminan el vagón de Ismael Serrano. Logran producir una anomalía en mi sistema nervioso que consigue ladear mi labio hacia el cielo.

... La noche parece día si estoy abrazada a tu cintura. Si me quedo colgando de tus labios, las horas se hacen minutos, y los segundos son aplastados por nuestros besos de terciopelo.

Escápula de inexactitud.



Cuando necesito de tu
aire parece que quieres quedártelo todo para ti. Si te robo una mirada me cuesta pillarte in fraganti haciendo lo mismo. Préstame una sonrisa, que te la devolveré.
Enreda mi pelo en tus manos, y tus ojos en mis pestañas. Haz que mi corazón salte al vacío y que todo lo que una vez aprendí, lo deje atrás.

Contar una a una las pecas de tu cara, repasar cada rincón de tu cuerpo. Disparar una flecha directa, hacia el centro de tu mente y conocer cada uno de tus pensamientos.

No sé lo que quieres, no sé como debería comportarme. Tengo un poco de miedo si actúo tal y como siento, puede que el golpe sea mayor.


Al fin y al cabo, cuanto más alto es el vuelo, más dura es la caída.

Cuatrojas.

Escribir con libre albedrío, sin ninguna linealidad a seguir. Soñar con cada acento, con el volumen de tu voz. Rasgar el papel con la tinta del bolígrafo, que se sienta igual que mi corazón.

Despertar cada día con la misma sonrisa, que inunde de luz mi cuarto.
Pero no puedo esperar algo que quizás nunca ocurra.

Quiero descubrirte, y que me descubras.
Aunque a veces el miedo puede conmigo y mis impulsos.


Tan solo una calada más de tu aire.

#Cuarenta y dos.

Quizás todavía sienta miedo, a pesar de que el aire sale de mi pecho. Que la lluvia borre las huellas, mi bosque se inunde, desaparezcan las tardes del otoño y un torrente logre destruir todo aquello que una vez aprendí. No me importa porque vivo en el viento. Mi límite no es el cielo.

Eso es lo que me hace feliz. No necesito más.

Machacar el hielo.

Quisiera arrancarte una a una todas las palabras que cuelgan de tu boca, que sangrases melodías interminables por todo el suelo. Que tu mente te viese tal y como yo te veo, que tus ojos tuviesen mi punto de vista. Estar donde estés y que aún así se me erice la piel cuando te encuentras lejos. Es difícil de expresar, de explicar, de sonreír a pesar de que no estás. Es difícil resistirme a saborear el horizonte de tus labios, a masticar tu lengua de chicle, a beberme tus ojos de cocacola.

Quiero descubrirte, y que me descubras.


No me importa derrochar el tiempo que tengo pensando en tí y en las pequeñas mímicas de tus labios. Tu mirada huidiza y tus manos descaradas que recorren mi alma son más que razones para que lance suspiros al mar.


A veces creo no conocerte, me sorprendes con tus gestos repentinos y fugaces. No me das tiempo a reaccionar, pero me limito a contestar con caricias. Qué más me da. No quiero dar explicaciones, no quiero decir lo que siento. Me expreso mejor con gestos que con palabras, si es que no me sube una vertiginosa verguenza por los pies. Todo con una fría cerveza al lado sale mejor.


Quisiera llevarte por el camino de la exasperación, que los nervios sean los que llenen tus arterias y tus venas. Que tu corazón dijese mi nombre a cada pálpito, que sangrase infinitas melodías que desbordasen el barco...



Pero mi capitán, el barco zozobra...

#3

Suspiros que llenan el mar, olas que logran hacerme respirar.
Cada instante es más intenso que el anterior y cuesta no imaginarme esa sonrisa tímida, escondida detrás de la cortina de su pelo. Tiempos revueltos que fueron devorados por la ignorancia, arpegios desconocidos y olvidados por rincones de la casa.
Recorrer tu piel como si fuese la última vez que la tocase, abrasarme con el calor de tu mirada. Desplegar todo un abanico de sensaciones por cada momento que te tengo cerca.


Susúrrame al oído que estaré bien, que todo irá bien...
Cuando cierre los ojos y cuente hasta tres, nada de esto habrá pasado...


Uno... dos... Tres.

Globos.

Cuando se agotan las palabras y no hay más que decir, es inútil forzar las cosas. Volver atrás no cambia nada, sólo ayuda a recordar. Tan sólo coger una máscara e inhalar todo el gas que expiras hacia mí.
Quisiera no creer, quisiera no pensar en que las cosas no cambian, pero... las tornas giran.

Silencios que matan, miradas que dejan de hablar. Cortinas rasgadas por tantos amaneceres solitarios.
Al fin y al cabo, qué más da. Todo tiene un principio y en muchas ocasiones un final. Me gustaría quedarme para no verlo terminar, pero el peso no puede estar sólo bajo mis hombros.
Hay cadenas que atan y que matan, cadenas que duelen y merecen la pena... Sólo que yo no quiero ser cadena, sino un globo que pulula al lado, sencilla e indudablemente.



No me hagas explotar, porque rebiento y me duele.

Indómito.

A veces matas con tus miradas escondidas.
El roce con tu piel logra desestabilizar los latidos de mi corazón.
Entre una palabra y otra, sueño con los besos que nunca llegaste a darme.

Creo que eso es lo que hace que me sienta viva.
Hay cosas que ocultar y cosas que no debería saber.
Hay veces que quiero saborearte, pero quizás la marea me arrastre demasiado.
Creo que eso es lo que hace que me sienta viva.

No soy tan transparente como creo.
Ahora me doy cuenta, y me quemo por dentro.

Noctívago.

Lanzarme al vértigo de vivir, dejando huellas en cualquier aroma.
Caricias improvisadas de una noche veraniega regida por la sombra de la luna.
Un camino con rumbo indefinido, marcado por la línea que separa el mar del cielo.

Nadie elige el donde, ni el cuando, ni el como. Simplemente sucede.
Sucede la risa, la lágrima, la sed y el suspiro.

Llena tus pulmones de aire... Atrévete.