Kinema.

Historias que nacen, crecen, se reproducen y mueren.
Con finales comiendo perdices y ahogados en un mar de lágrimas.
Alternativas opciones de elegir el camino largo o corto,
poder decidir si tomar café en tu no-cumpleaños
o si prefieres dormir para el resto de la eternidad.

El guión es modificable, no hace falta decir "sí, quiero".
Basta con cualquier palabra que logre recobrar mi aliento.
Frota la lámpara y pide de regreso el zapato que perdiste,
un viaje hasta el infinito y más allá,
y un buen plato de espaguettis con un par de albóndigas.


Afluentes que no derivarán en ningun mar.

Medio rojo, medio vacío.

Sólo quiero detener el tiempo, que mi sonrisa no caduque. Intentar mover ficha en este jaque mate y que las horas no me estrangulen por querer que los segundos se hagan más lentos. Una noche más para que las luces de septiembre terminen congelándose. El desorden de tu nombre me tiene desconcertada, no sé que va primero ni qué palabras lo forman.

Ya no conozco la profundidad del túnel que lo rodea, puede que hayas ahondado todavía más. Obligo a mi corazón a que lata un poco más fuerte, sentir que algo me da fuerzas ahí dentro. Logras suicidar mis pensamientos en un bucle de extraña angustia. Ardo en la hoguera que tienes por mirada. Nado en tus aguas inquietas y turbias. Disparo flechas al cielo nublado que se cierne sobre mi cabeza. Abro mi mente para que puedas leer entre líneas.
Te echo de menos.

A veces cuando callas, es porque hay más cosas que decir.
Rallar la pared, en busca de enigmas.

Vuelve.


Hoy despierto alegre pero amarga a la vez.
Hoy rebrotan recuerdos del pasado, procedientes de días lluviosos o al menos como algunas veces me sentía cuando escucho el agua repiquetear en el alféizar de la ventana: triste, melancólica. Lo cierto es que ese sentimiento no suele aflorar en mí, pero hay días y días... Unos en los que te comes el mundo, otros que te sientes rodeada de amigos, otros que por mucha gente que tengas a tu alrededor es la soledad quien se sienta a tu lado. Y por supuesto hay algunos como éste.

Sigo tumbada en las sábanas verdes que viste mi cama, mirando el cristal e imaginándome que es una mañana nublada, en las que tarde o temprano lloverá y no me apetecerá hacer más que enfrascarme en los grandes auriculares para sumergirme en música acústica. Sin embargo cuando me giro, estás tu ahí, con los ojitos cerrados y tu mano en el torso desnudo que se descubre ante mi. Me acerco a tu mejilla, la beso, y me resguardo bajo tus brazos queriendo sentirme protegida... Aunque muchas veces lo intento y no lo consigo. Pestañeas y levantas levemente la cabeza para depositar un dulce beso en mi frente, un "estoy aquí". Te estrecho aún más, tratando de cerciorarme de ello, pero en mi cabeza retumba la idea de perderte. Quizás sea porque cuando mejor parece que me van las cosas, todo se desmorona como si de una cadena de dominó se tratase; siempre lo echo todo a perder, cuando menos te lo esperas...

-" ¿No crees que es un poco tarde? ¿Por qué no nos levantamos?"
-" Vamos a quedarnos un poco más, cinco minutitos..."
-" No soy tu madre, a mi no me puedes engañar con esas triquiñuelas"

Y sus manos comienzan a juguetear por todo mi cuerpo, provocándome una risa incontrolable que inundaba la habitación. Las cosquillas son mi perdición y, por desgracia, él lo sabía.

-" ¡Quita... jajaja.... tus sucias manos... jijijaja... de encima!"
-" Lo siento pero no acepto órdenes "

Él se limita a continuar miscarjadas, fundiéndose con ellas. Los oyuelos se le marcan con cada gesto de su boca y hacía duras sus facciones. Relvuelvo su pelo para darle un toque extraño, "natural de recién levantado" como solía decir ella. No dejaba un instante de preocuparse por ella, y tampoco de que no hubiera una sonrisa en esos carnosos labios. Incluso había veces que se probaba un vestido mío y se maquillaba cuando me encontraba muy triste y quería animarme. Pero él es uno de esos chicos que por muy mal que tuviera el pelo o la ropa que llevara, todo le sienta bien. Es... maravilloso.

[...]

Me tiraba del pelo con fuerza pero no era suficiente para lograr que parase. Pensaba hacerla reír hasta que se levantase, pero cuando ya jadeaba y le costaba respirar decidí apartar mis manos a un lado para que se recuperase. Era increíblemente hermosa cuando sonreía. Me encantaba hacer el tonto con tal de que las preocupaciones se borrasen un instante de su mente. Sentía una enorme punzada en el pecho cuando sabía que algo le pasaba y no me lo contaba. A veces era tan cerrada y cabezota...

Estas sábanas blancas me tienen atrapado y necesito levantarme para tomar el aire, pero... no tengo fuerzas, me encuentro muy cansado... La comida ya no me apetece tanto como antes y creo que es por su sabor de "plástico".

Hace días que Lorraine y yo no nos vemos... Decidimos dejarlo hace tiempo, hará ya... unas tres semanas, supongo. Los días han sido muy lentos para mí; despertaba con ansias de ver el atardecer y dormía queriendo ver al sol salir. En ocasiones me retaba conmigo mismo a ver cuánta comida era capaz de mantener en la boca durante horas para tener algo que hacer, pero siempre terminaba tragando a los pocos segundos. Adivinar a qué se parecían las nubes me resultaba un tanto monótono, por lo que me distraía contando las manchas de gotelé que tenía la pared. Siempre volvía a empezar, se me cansaba demasiado la vista.

Los días de lluvia me traían buenos recuerdos, y con ellos, a Lorraine... Las tardes de cine antiguo, paseos en el parque que terminaban en asustar a las palomas, las comidas diarias, pintar algún que otro garabato para colgarlo en cualquier rincón de la casa. Mi vida entera.
Fue un día de lluvia el que me trajo la mala noticia, y fue ella la que desencadenó todo lo que ahora ocurre. Nunca lo había previsto, ni le habíamos hecho un hueco en nuestra vida. Pisamos el acelerador y fuimos demasiado deprisa, no imaginamos lo que iba a ocurrir nunca. Simplemente... dejábamos que todo sucediera de improvisto, y de esa manera vino esto.

Perdona, se me ha olvidado presentarme. Llevo hablando un rato y no me he parado a pensar que no sabes ni siquiera lo más básico. Soy Elliot, tengo 24 años y... me muero.
Esa lluviosa mañana, después de las risas en la cama, fui al médico tras varias semanas de intenso dolor en el pecho. Tengo un tumor en el pulmón. Nunca antes me había supuesto un gran esfuerzo hacer deporte, y comía una dieta saludable que me preparaba Lorraine, pero notaba que me costaba mucho más de lo normal. No paraba de toser, pero la garganta no me dolía.

Primero pensamos que sería una tos pasajera, que cuidándome y un par de pastillas estaría recuperado. Decidí dejar de hacer depote durante un tiempo, pero continuaba perdiendo peso y la tos se estableció en mi boca durante 2 semanas. Fue casi al final de la tercera que con ella escupía sangre. Esto último no lo sabe Lorraine, no quería preocuparla y preferí ir solo al médico por si acaso fues cualquier tontería. Finalmente no sucedió así, por lo que decidieron ingresarme para analizar el avance del tumor y, en el mejor de los casos, pararlo. Pedí que me dejasen un día para despedirme de Lorraine. Cuando entré en el coche para marchar a casa, el mundo se me vino encima. Pensé en Lorraine, pensé en mi madre, en mi padre... Pensé en los hijos que nunca iba a ver, pensé en ella criándolos sola, sin mí... Sin un padre que les recogiese del colegio y les reprendiese por meterse el uno con el otro. No podía imaginar a Lorraine con otro hombre, no después de tanto tiempo juntos. Lloré como jamás había llorado, las lágrimas parecían no acabar y los pañuelos se empapaban muy rápido. Al cabo de varios minutos, cuando logré mentalizarme de la situación y no llorar más, si es que me quedaban lágrimas, decidí no contárselo a Lorraine. Quizás fuese muy egoísta por mi parte, pero sabía que si se llegaba a enterar le costaría superarlo, y mucho más estando sola.

Por ello decidí pasar una maravillosa tarde con ella en el parque paseando, sin espantar ninguna paloma. Le susurraba que era la mujer de mi vida y que no querría otra que no fuese ella. Se ruborizaba y sonreía, tan ampliamente como todos los días. Era tan preciosa...

Pero por mucho que trate de hacerme a la idea, me cuesta bastante... No quiero morir, no quiero.

Agua dulce.

Hoy
Escondes

Todo
El
Recuerdo que

Emana

Obligado,

Girando

En mi espacio vital,

Necesitando

El soplo de mi aire para
Ondear tu vela.

Buen viaje, marinero.

Cosmos.

Raíces que entrelazan mis piernas al suelo, dejad que la tierra me trague. Ser uno con la natura, ser uno con todo. Saborear la brisa fresca que amedrenta toda mi figura, enseñarle los dientes al miedo y protestar una vez más en contra de cualquier tormenta. Que la voz sobreponga los relámpagos, y el fuego de mi mirada sea más potente que el de cualquier trueno. Montañas que rugen por un nuevo cambio, desiertos que emanan agua para los sedientos del camino. Estrellas surcan un cielo despejado de constelaciones deformes y nubes lloronas.

Mi casa es el mundo, y no soy más que otro habitante que lo puebla.

Stay alive.

Tarde o temprano tendrás que salir de la burbuja, y quizás cuando realmente te apetezca, las paredes sean tan duras como el mármol y te será imposible escapar. Si ni tú misma das pie a buscar soluciones, por imposibles que parezcan, no seré yo quien te obligue.

No pienses.
No enredes los sentimientos.
Deja que
vuelen libres, tal cual baila el viento.
Hielo que quema mi sangre, congela el tiempo.
Desata una tormenta de ideas y que yo explote en ellas.

No te cierres a cal y canto. Déjame una ventana abierta.