Explota.


Observar tus palabras y que me estremezca un nerviosismo extraño. Soltar una carcajada con apenas un sinsentido que dejas entrever. Ruborizarme cuando leo entre líneas, y sonreír de manera pícara con su significado. Pupilas que te desnudan lentamente, colmillos que atrapan a la presa...

Hundir mi mano en tu pelo y acercarte a mis labios. Besarte con timidez primero, luego morderte y jugar a ser traviesa, sin dejar que tu boca se acerque a la mía. Ver esa sonrisa cómplice que te saco y que no poder evitar copiarla. Manos que suben y boca que baja. Respiraciones que se intensifican, camisetas muertas en el suelo. Lamer cada rincón de esa piel pálida que llevas puesta, desde tus pechos hasta el ombligo como parada de transbordo. Esperar varios minutos en él, hasta que los pantalones no pasen del piso y llegue a la parada monte Venus. Notar primero la calidez de la tela que lo cubre y después dejarlo a descubierto para mi deleite. Mordiscos que provocan alaridos, roces estimulantes de placer. Dejarte sin aliento y que tan sólo el sudor arrope nuestros cuerpos.



"Girl, your sex is on fire".

Paralysed


Explotar.
De frío a caliente,
a gélido de nuevo, 
quemándome por dentro.
Congelar miradas
de esas que matan,
con balas de plástico
que rebotan mis miedos.

Sacudir pensamientos
traducirlos a tu idioma
y que aún no entiendas
los motivos.
Hablar.
Con el cuerpo,
la mirada,
o a suspiros.

Derrochar lágrimas
que mueren en el suelo
de tu incertidumbre.
Asfixiar palabras
que ya no tienen sentido,
que no van más allá
de tus caprichos.

Cerezos en flor.


El deseo nunca fue bueno,
pero no puedo evitar que
la natura extraña que me recorre,
provoque espasmos en mi pecho.
Todos los actos refrendados
a una costumbre intrínseca,
oculta hasta el amanecer vacío
 en el que mi puzzle olvidó una pieza.

Mi boca busca tus labios
para derrochar el ansia guardada.
Mi lengua quiere saborear tus besos,
y ellos quieren cambiar de temperatura.
Mis dientes se impulsan a morderte,
y tu cuerpo mantiene un silencio inquietante,
que se rompe con cada caricia que derramas sobre mí.



Distancia.


Distancia que hay entre las palabras,
la que te separa a tí de mí.
Distancia que surge entre los segundos,
entre los sueños a seguir.
Distancia que aparece mientras hablas,
e irremediablemente cuando pienso.
Distancia de tu silencio a mi murmullo,
de tus miedos a mi ilusión,
de tus hojas escritas al blanco de mi lienzo.
Distancia que separa a la semilla del cielo,
a la mente del corazón.

Distancia es lo que callas, lo que gritas,
lo que creas y luego evitas.
Distancia entre mis delirios, entre mis suspiros,
que se acorta cuando camino.

Distancia... del presente al olvido.

Barco en llamas.


Las palabras se rompen y caen por todo el suelo. Mis pies desnudos no pueden evitar pisarlas y que la sangra se expanda por toda la habitación. Duele mucho más por dentro, saber que mi piel en un par de horas dejará de borbotar líquido pero lo que se me resquebraja por dentro, tardará un tiempo en coserse. Las ventanas se quedan cerradas hasta nuevo aviso, y la puerta está bajo llave. Mis gritos no retumban en el cuarto, el auxilio no llega y no hay manos suficientes para socorrerme. El único impulso que me brota es apretar los ojos con fuerza y tratar de convencerme que realmente estoy bien. Pero no es así. No hay papel en blanco, todos los cuadros están pintados. Escribe sobre mi piel: "Sé fuerte".

Billete de ida.


Golpeaste la puerta en silencio,
evitando mi mirada en la oscuridad.
Rechazaste mis pupilas
ahogadas en un océano salvaje.
Rallas la imperfección de mis suspiros,
y coagulas mis palabras indómitas.
No puedo arrancarte los pensamientos
que guardas en tus labios marchitos.
Enmudezco tu compañía
mientras evoco aquellas elocuencias,
sedientas de carcajadas al aire.
Caricias perennes en mi piel,
recuerdos tatuados en el tiempo.
Escalofríos rellenos de melancolía,
y espasmos que ocultan las heridas.


Calibre 7.92


Comienza la agonía,
En tu pecho, en tu sonrisa.
Se rompen las convenciones
que escondías con palabras.
Mella la realidad visible
de ojos que no dicen nada.
El descontrol de tus manías
es una marea de incongruencias,
que dañan colateralmente
mis críticas esculpidas en mármol.
Rallas la cúspide de mis nervios,
y sosiegas mi océano inquieto.
Callas mis palabras férreas
con un silencio estoico.
Rebotan tus balas de hierro
en mi corazón abierto,
que agoniza lentamente
y zozobra entre mi miedo.