Yo, monstruo.


Hay un pequeño lugar
donde crecen los monstruos
que guardo cuando te ausentas
y me dejas con media palabra
en la boca.

Y entre todos ellos estoy yo.

Puntos álgidos.


Esta es la noche perfecta
para doblar las sábanas a gritos,
retorcer mi garganta
a base de incongruencias
y pensar que
el día de hoy
es tan efímero
como lo será el de mañana.

Medias tostadas.





No encuentro la fórmula para
que esta cara de crédula
se esfume,
pero prefiero ser
una eterna insatisfecha.
Hoy y todas las tardes que
me propusieses repetirlo.

Inundemos el ambiente a besos,
sin miedo y con desorden,
que se jodan los solitarios
corazones del resto.

Se me eriza la sonrisa
de pensarte,
aunque no sea capaz de
poner París ante tus pies.
Quiero alimentar tu pensamiento
sin promesas ajenas,
golpear al éxtasis con
el ruido de tu piel sobre la mía.
Que tus poros errantes
vayan a buscar los míos.


Regodeémonos de conquistar el
Olimpo en tan sólo una tarde
de elocuencias,
morderle a la vida con tal de
robarte otro aliento más.


De pocas ganas.



Hace días que te observo

deambular por mi piel,

tú me buscas pero creo que he perdido el norte

que me llevaba al sur de tus pies.

La miel en tus labios

y el hambre en mi boca

me provoca,

tiemblo por respirar en tu cuello.

No evites el contacto con mi mirada

porque no existen batallas ganadas,

más bien derrotas oportunas

para erguir con orgullo lo que fue conquistado.

Y es ahora, a casi plena luz del día,

cuando sostengo firme esta bandera

que puedes tomar como meta,

aunque no ondee el viento a tu favor,

y eso conlleve tiempo de espera.


Lunes que parecen domingos.



Hay lunes que parecen domingos,
y mi cama aún vacía me mira.
Me sabe el olvido a tus labios.
Un día de estos todo es perfecto,
y no habrá otro remedio que destrozarlo.
Porque no estoy hecha para ocasiones.


Te he buscado por las calles del ayer,
enamorada de una espalda preciosa,
queriendo miradas de ésas que matan
y me devuelven el aliento. 
Llevabas el jersey más gris de la ciudad,
y eso me enterneció.

 
Demasiadas historias pendientes
con cafés de por medio,
pero a veces no estoy hecha para nadie,
ni siquiera para mí misma.
Y por más que te busque no sé qué hacer
si tú no dejas que te encuentre.
Busquemos entre los dos la agridulce solución.   



Siempre eres
y tus circunstancias.



Quiero todas esas noches de domingo
y los lunes de desayuno que te debo.  
Justo cuando empiezo a perderme en tus palabras
te quedas sin nada que decir,
paso toda la noche en tu cabeza
y no eres capaz tan siquiera de decírmelo.


A veces me contagias tu inseguridad para arriesgar,
tanto que se me caen los besos por tu espalda,
sonrisas por doquier
con viajes pendientes al epicentro de tu cuerpo.
Y después desencadenas sonrisas para provocar a las mías,
terminemos por emborracharnos a besos. 
Esta noche sería tuya,
porque no quiero que seas de nadie más.