Chica de ciudad.



No te dejaría callar en toda la noche,
porque los gemidos serían los
protagonistas en todo momento.
Y me da igual si me muerdes el corazón
o arañas esta indeleble tristeza,
soy un kamikaze puro
dispuesto a estallar
esta noche.

Creémos un océano con nuestro sudor,
empapemos las ventanas con placer
y desahoguemos a nuestras manos
en estas caderas desconocidas
que se alzan delante nuestra.
No hay que temerle a la 
suavidad de tus pechos,
ni a las sombras que generan
las curvas de tu figura
que me desbocan
cada instante.


Te pediría una fotografía pero
prefiero quedarme con el recuerdo,
quizás efímero, quizás longevo,
de lo que fue un encuentro tácito,
sin planear,
porque a veces lo improvisado
termina con un final donde existen
perdices más felices que nosotros.
Aunque seas una chica cualqueira
de esta ciudad,
te veo como un planeta del que yo
soy meramente uno de sus satélites.

Por debajo del equilibrio.



Hice lo posible para
 
que no apagaras la llama,
 
pero era tarde.
 
Ya habías soplado.
 
Me dejé la piel cada día

entre tus sábanas,

entre cada palabra suicida

de tus labios.

Arrancarme la carne

no fue suficiente,

y quemar tu perfume,

tus besos,
  
provocaron el
 
colapso de este
 
helipuerto
 
carente de anhelo.
 


Te quiero
hasta dentro de las heridas.

Claro de Luna.


A favor de los despropósitos
de media noche,
lee estas palabras que se descuelgan
por mis labios.
Afílate los dientes,
esta carne es dura
y tus miradas tácitas. 
Que los caparazones queden
esparcidos por el suelo,
porque esta noche
la sinfonía la toco en tu espalda.

Hablemos de sentimientos.

Amarte desmesuradamente, tanto que se desborde el barco.
Echarte de menos nada más cerrar la puerta.
Odiarte cuando me dices algún improperio.
Darte cada abrazo como si fuera el último.
Reírme de tus caras cuando te pintas.
Enrabiarme cuando me robas palomitas.
Notar que me calientas los pies en la cama
y que en mitad de la noche te aferras a mí.
Llorar de impotencia en las discusiones
y sonreír cuando me despierto a tu lado,
pensando en la suerte que tengo.

Y otras muchas cosas que te contaría durante la hora del café,
si no te hubieras subido en el tren equivocado.

Tacto áspero.



Saltan a la vista
todos fallos cometidos,
todos los miedos infranqueables
que tengo que ser capaz de arrancar.
Quedan desnudas las miradas
ante las cicatrices,
son tantas las historias que contar
y las noches que me quedaría
despierta narrándotelas.
En esta partida de ajedrez
tu reina se come a la mía,
pero es mi mente la que dibuja
el contorno de tu cuerpo desnudo.
Hacer las maletas para mudarme
al epicentro de tu cuerpo,
y allí curarte las heridas
que no han parado de crecer.


A veces las cosas hay que llorarlas,
así que hazme un hueco esta noche,
ahora que ha parado de llover.
Todavía recuerdo cuando dijiste que ésta sería
nuestra "última" vez.

#93

Undercover - Pierre Van Dormael



Este sábado cae por su propio peso
 
y aquí me ves,
 
fumando pensamientos,
 
dibujando tu silueta con el humo

de este incienso olor nostalgia.
 
Demos un baile más
 
antes de que la noche caiga
 
entre tu miedo,
 
entre mi inseguridad.
 
Vamos a limpiar con paciencia
 
y a lamernos las heridas,
 
que ya hemos tenido suficientes
 
batallas que terminaron perdidas.
 
Finjamos que no existieron
 
y que estrenamos camisa.
 
Reinventemos sentimientos
 
en la oquedad de este laberinto,
 
dejando atrás el polvo
 
y las promesas omitidas.
 

Perdona si

Alguna vez me enfado
por tonterías tan grandes
a las que nadie les pondría mala cara,
y olvido de cosas importantes
que seguramente me habrás repetido
más de nueve millones de veces.

Soy una de esas que ponen
una canción en bucle todo el día
porque no existe otra mejor
que sepa llenarte en ese momento,
o simplemente necesito gastarla
para que se evada mi mente.
Que cuando más le gustaría
empezar un fuego cruzado
de palabras, se encoge
y estalla por dentro.


A veces no puedo evitar
atragantarme entre pensamientos,
que estas caricias gotean
y la lluvia no ameniza.

Ataques gratuitos.



No creerías la cantidad de veces
que te has cruzado por mi mente.
De punta a punta,
terminando en suspiros.
Esta boca se enfrenta a constantes
ataques gratuitos de mis dientes,
y se me revuelve el pelo
entre los dedos,
entre frase y frase,
lamiendo los restos
de una deliciosa cena
entre tu cuerpo y el mío.


No creerías la cantidad de veces
que he pensado en hacerte de todo
sin llegar a nada.
Con la lengua atada a meras palabras
que languidecen entre tus labios.


Descorcha el champán, cariño.
La noche va para largo.

Sick & tired.

Llámame idiota,
por todas las veces
que te dije que
te quería.
Despréciame
por cada gesto afable
que buscaba sacarte
una sonrisa. O dos.


Pero mírame a la cara
sin que te tiemblen las pupilas,
y dime si es cierta cada palabra
que soltaste por esa boca.


Por que a día de hoy ya no me creo nada.

Te miro y tú me miras.



Me cansé de esperarte
en la curva de mi cintura,
soñando con un amanecer
que en tus pupilas no se reflejaban.

Maté las horas pensando en
todas las cosas que
nos quedaron por hacer,
aquellas asignaturas pendientes.

Eramos demasiado jóvenes
como para darnos cuenta
de cuán rápido caminan las agujas
y cómo la piel se nos arrugaba
después de cada verano.
Sonreímos como si fuéramos
quienes descubriesen la pólvora
en cada atardecer,
en la mirada de la otra.

Te resbala delicadeza por la piel,
y mis ojos perennes se clavan
en tus manos, deseando despegar
hacia el lugar más peligroso.
Perder un puñado de sueños
por varios minutos infinitos,
en los que sólo importa que me miras.

En los que sólo importa que te miro.

Septum.



Suspiros que mordisquean mis pensamientos.
Espasmos que conectan.
Un ataque masivo de tu piel contra mi piel.
Deja que nuestras manos hablen por sí mismas.



Tú tan tímida
y yo tan idiota
por no decirte nada.


Cada susurro provocaba un nerviosismo
imparable en mi piel.
Pasé cerca tuya y
nuestros suspiros se encontraron.
No echemos las cartas,
ni leamos nuestras líneas.
Escribamos la historia y a ver
por dónde termina.
Que durmamos cuando 
las farolas se apaguen,
y el ajetreo de la ciudad
se nuestra canción favorita
antes de cerrar los ojos.


La imaginación es el arma más poderosa
que ha tenido el ser humano.
Y, por desgracia,
la más desaprovechada.

Ojos raros. Miradas perdidas.




Que el tiempo permanezca asi,
en silencio.

Inventemos una explosión.
Casi ya no puedo respirar.
Pensar en noches prohibidas
y adrenalina en el cuerpo.
¿Sabes cuanto me cuesta disimular?
Aqui y ahora, dime si prefieres París o Roma.




No intentes darme cuerda,
a mi me gusta eso de estar loca.