Inhala.



Dejemos de construir
teorías que no llevan a ninguna parte,
sin miedo a darle forma
a nuestra libertad,
que vuelvas con eco 
eco
eco
escupiendo convicción
a esa soledad que no te representa.


No soy adicta a la velocidad
ni al vértigo,
pero si tengo que protagonizarlo
me olvido de las pausas
y de los silencios.




Si tú no eres, dime quién.
Si no es aquí, llévame donde sea.
Si no es ahora, olvídalo.

Ahora es bien.


Siempre pensé en dedicarte unas palabras en alguna de esas canciones que tengo a medio hacer. También pensé que tu cara era la cosa más bonita de ver por las mañanas. Imaginé tu cuerpo aún tumbado en esta cama que ahora se me hace enorme. Dime entonces, de alguna manera, qué hago ahora que no estás. Que cada vez tu cara está más borrosa en mi cabeza, porque me niego a levantar los marcos de las fotografías de la mesa. Quiero esconder tu recuerdo en lo más profundo de mi ser, y desear con todas mis fuerzas que todo hubiera seguido igual de perfecto, aunque ni tú ni yo éramos modelos a seguir.

Ahora quemo esta agonía con canciones tristes, para recordarme el universo aquel que una vez gobernamos, capitanes de una flota a medio hundir. Nuestros sueños se hicieron añicos, todo por una bata blanca y un par de papeles.


Qué hago yo ahora, si no sé hacer funcionar mi mundo sin el tuyo.

Oktubre.



El primer error fue pensar
que nuestras miradas se atravesaron.
El segundo fue creer 
que era un mérito mío.

No hay tiempo ni razones
para hacer un trato de paz
porque hace tiempo que
la guerra estalló
y cada asalto se libra en ti.

Todavía sigo preguntándome porqué no me has devuelto
                                                                                     el golpe todavía.



En este diluvio de sensaciones
mirar hacia otro lado no ayuda
y las consecuencias no se esconden.

Ya no se compran finales felices,
cada día tengo menos que decir
sobre el roce de la voz y la piel,
el silencio se ha acostumbrado a mí.



Ten cuidado con esas palabras,
a veces pueden cortarte la garganta.

Resistencia.

A quienes nunca ponen la otra mejilla
aquí no funciona esa ironía.
Las cicatrices siguen blandas
y el corazón se me pone tierno,
inconsciente,
como si supera dónde ir.


¿Qué harás cuando no queden argumentos
                                y no sepas qué decir?


No empecé el incendio
para ver arder las cosas
y ahogarme en la abundancia
que desaparece
sin haberla conocido primero.

Hay que tener un par de cojones
para soltar verdades como puños,
porque a veces llueven piedras
y otras veces
eres tú mismo el kamikaze.


Al final,
 la felicidad es un plato
de una ración individual.

Roar.


Deja una luz encendida para que pueda verte,
porque mis ojos no fueron hechos para nadie más.
Estoy nerviosa de no estar en lo cierto
pero se aprende más por batallas perdidas
que en los prólogos de los libros.




Si algo he aprendido en esta vida
es que a cicatrices no me gana nadie.

Lo que está hecho, está hecho.



Hoy no soy dueña de mis actos,
por tanto, no me responsabilizo de ellos.
A veces se vive tan rápido que se pierden detalles,
las noches dan para mucho
y esta intriga está matando
a muchos gatos.

Olvidé mis inseguridades en tu puerta,
y una maleta de respuestas rotas para
construir desde las ruinas hacia arriba,
apuntando a lo más alto,
con el corazón en un puño.


Aprieta fuerte.