Cuestión de velocidad.



El sol se pone

y yo también
porque, joder,
con ese par de caderas
quién no nadaría
en un lago de saliva.
Yuxtapongo opiniones,
me descarto
y no apuesto
en este póker;
no eres ningún trofeo.

Y si algo he aprendido
en la carretera
es que la velocidad es
una cuestión de sensaciones.


Y tú me pones a mil.

#2044.




A lo lejos
detras del horizonte
estamos atados
al drama universal
que resbala
en nuestras huellas.
Es sin duda
el momento de
echarse atrás
y coger carrerilla
para saltar el precipicio
de dos saltos.

A cualquier otra parte.



Tu mirada me corta el aire
que respiro,
y menos mal que no llevábamos
alcohol en vena porque
muerdo las ganas de encontrarme
con tu piel.

Me ocultas con silencios
esperando que entienda los signos
y yo sólo soy un mar en calma
que tiembla cuando te acercas.

Se me rompe algo por dentro
cuando me disparas con esa sonrisa
con olor a metrópolis
y mis pupilas te desnudan
el pensamiento desde la garganta,
las cortinas a medio echar
y una noche con ganas de ser eterna.



A veces hay que destruir de nuevo
el muro de Berlín.

Martes con olor a domingos.



Hace tiempo aprendí a amar con credulidad
pensando que todo era copiar y pegar,
que la misma fórmula servía
para cualquier situación anodina.

No me sorprenden las casualidades
ni la falta de seguridad, porque
igual que los trucos de magia
todo queda vetado a nuestros ojos.


Centrémonos
en lo importante,
que no hay jaque mate todavía.


Si me prestases una noche entera para explicarte el sabor
de cerveza que aún tengo pegado en los labios
podrías hacerte una idea de cuánto
me ha costado mantenerte con vida en mi cabeza.



Respiras todavía.