Seamos felices y mareemos perdices.

Debajo de estas líneas
puedes encontrar solución
a las dudas que te culpan
día sí
y noche también.

La sangre se enfría
y el pecho se contrae
cada vez que oigo tu nombre,
cada vez que pienso
que tus piernas pueden aparecer
en cualquier bar de la ciudad
para robarme el aliento
por enésima vez.

Te desvaneces en las sábanas
creyendo que el epicentro
de tus problemas
está en tu puta cabeza
y que lo tienes todo controlado.


¿Acaso no crees que yo también le doy vueltas?
Es triste, pero cierto.


A veces tiemblo cuando pienso
que las casualidades no existen,
que te fuiste para no volver,
cuando sabes perfectamente
que las despedidas nunca fueron lo mío.

Piedras al tejado.


Podría convertir mis sábanas
en una tienda de campaña
y pasar media eternidad
contigo

ahí metida,

pensando qué hacer
la otra mitad.

¿Y si la razón de mi existencia
es este amargo sabor a cerveza
que pruebo cada noche
de tus labios?
Confieso ser alcóholica.

Creímos ser gigantes
en un mundo
que no estaba hecho
a nuestras medidas
Y así terminamos,
siendo tú David
y yo Goliath.

Deepsea.



A veces me cuesta nadar en este vaso
en ocasiones medio lleno
y, en muchas otras,
medio vacío.

Termino con los labios a medio pintar
olvidando el color en el cristal
que refleja la otra parte
de esta Luna hija de Meliés.
Bailan las horas
y es inútil resistirse
a la llamada de la noche
una vez el placebo ha caducado.

A veces las penas son
las que terminan ahogándome a mí.

Un par de rarezas.



No hay metástasis posible
para adoptar un destino diferente
sin sabor a precipicio.


Hundamos la lengua
en un vaso cargado
con tres hielos
una parte de ron
y dos de tragedia.

Deja la piel a un                                                              lado
y hagamos un primer plano
del corazón.
Vamos a girar la botella
para besarnos 
las cicatrices.


Ojalá 
tu desorden y el mío
en una vorágine
para crear el caos más bello
e inexplicable
que Magritte ha parido
en un lienzo.

Susurro de urgencia.



Me gusta ver y oler las cosas,
quedarme toda la noche despierta
para contemplar la salida del sol.
Ver que en una hora el mundo
se puede derrumbar
y transformarse en algo nuevo,
indoloro.

Somos un millón de 
completos desconocidos,
nadie conoce a nadie.
Pero su sonrisa jamás desaparecía,
hasta donde puedo recordar.


¿Nunca has mirado a alguien y has visto tus pensamientos más íntimos en sus pupilas?