¿Continuamos?

Una luz tenue ilumina nuestros cuerpos en mi habitación, dibujando las sombras correspondientes. Estoy sentada en el borde de la cama y tú te encuentras frente a mí, con una camiseta de botones blanca y un pantalón largo negro y ancho, con algún que otro trazado, líneas y palabras un poco inteligibles en colores vivos como el amarillo, blanco o rojo. Los dedos de tus pies juegan con los míos, ambos descalzos. Te acercas a mí y me tomas por la cara, haciendo que nuestras bocas y lenguas se unan durante breves segundos. Te despegas, pasando tus palmas a mi nuca, acariciándola y jugando con mi pelo mientras introduzco mis dedos en las hebillas de tu pantalón para atraerte más. Abres tus piernas para no chocar con mis rodillas y tu estómago queda delante de mis ojos. No puedo resistirme a desabrocharte uno a uno los botones de tu prenda superior. Van saliendo uno tras otro, y a medida que se soltaban tu piel se entreveía, desnuda y lisa. Pausadamente, mis labios rozan tu tez desde el aro de tu sujetador hasta tu ombligo. Termino de desabotonar tu camiseta, quitándotela y quedando de esa manera tus pechos libres. Deposito el pedazo de tela en el suelo, disfrutando de la vista que tengo ante mí. No puedo soportar el deseo que me invade y te acerco unos centímetros más para besártelos tiernamente, notando la calidez que desprendían. Te acomodas en mis muslos y ahí puedo dar rienda suelta a mi boca para recorrer el desierto de tu cuerpo. Se dirige primero a tus hombros, para después acercarse furtivamente a tu clavícula y subir hasta tu cuello. Mi lengua hace líneas imaginarias por él mientras tú te quedas quieta e inmóvil.
Tu vello se pone de punta, lo noto en mis labios al recorrer la extensa estepa de tu piel. Subo hasta tu boca de nuevo para fundirnos en un morreo con lengua en el que tus brazos coronan mis hombros y mis palmas se aferran a tu cintura. Es el momento entonces cuando bajas tus manos, palpando mis pechos y mi estómago, las introduces en mi camiseta lisa color púrpura y me la despojas, haciendo que acompañe a la tuya en el frío suelo. Me acomodo un poco más al interior de la cama y te acuestas encima mía, besándome el ombligo y subiendo por un caminito suave de pelos lisos y cortos, hasta llegar a la argolla de mi sujetador, desabrochándolo por ahí. Liberaste mis senos y en lo que tu lengua correteaba por ellos, mis dedos te quitaron el tuyo. Empiezas a bajar por donde mismo habías ascendido hasta llegar al borde de mis bragas. Coges el botón y la cremallera de mi pantalón vaquero ancho y los quitaste para así poder desprenderme mi pantalón, dejándome únicamente con mi ropa interior inferior. No aguantaste ver mi cuerpo desnudo y cubierto por aquel único trozo de tela, por lo que te viste forzada a quitármelo. Me levanto y hago tu misma acción con el pantalón pero de rodillas en el suelo; cojo tu mano y te llevo hasta la cama, donde te tumbas boca arriba. Una vez allí, observo tu cuerpo falto de ropa exceptuando la zona púbica y mi deseo era demasiado fuerte como para seguir viéndotela puesta, por lo que me puse encima tuya, colocando mis rodillas a ambos lados de las tuyas y me estiré, llegando mi boca hasta tu cuello. Lo baño a besos lentos y suaves, mimé un poco a la clavícula y a tus senos, bajo por el caminito de la felicidad con destino final Monte Venus. Cuando anclé mi lengua en tu ombligo mis manos te arraigan tus bragas rojas y, completamente desvestida, continúo mi camino.


Observo en mi avance, fijándome en tu entrepierna cubierta por vello rizado, protegiéndola. Separo tus muslos un poco, llegando a tu clítoris rozando con mi lengua tus pétalos carnosos. Tus piernas se estremecen y tu pubis se mueve un poco, nervioso. A intervalos voy alternando con mi lengua y mis labios, lamiendo y besando. Turno mi mirada entre tu sexo y tu cara, observando que te muerdes los labios de placer y cierras los ojos de manera intensa. Mi lengua frota despacio tu clítoris y veo como empieza a notarse el brillo de tu esencia entre los labios, mientras masajeo tus senos, entreteniéndome en tus pezones. Después, me incorporo e inicio una escalada con mis dientes por tu barriga, mordisqueándola. Con mis labios rozo tu boca dejando caer besos aleatorios hasta pronunciar uno intenso. Siento tu lengua contra la mía y mis manos peinan tu cabello. Mi boca baja para besar alternativamente tus senos. Es el momento entonces cuando, mientras mi mano izquierda desciende hasta tu sexo ya humedecido e introduzco uno de mis dedos dentro de ti, me besas con más fuerza y pasión. Con un ritmo lento al inicio pero aumentando constantemente la velocidad fui escondiendo y liberando mi extremo. Mi mano derecha deja libre tu pelo para ocultarse bajo la almohada y sacar un consolador color azul cielo. Separo nuestros labios y sonríes al ver nuestro pequeño juguete, lo acaricias y te lo introduces en la boca, lamiéndolo. Entretanto continúo penetrándote y decides sacártelo para encajármelo a mí en mi apretura bucal. Lamo el cachivache y tras varios segundos saco mi dedo izquierdo para tomar con toda la mano el consolador y acariciarte el clítoris con él. Te muerdes el labio un poco y, abriendo los tuyos inferiores, meto el chisme en el interior de tu vagina dos segundos más tarde de darte un beso apasionado. La sensación que recorrió tu cuerpo hizo que tu lengua alcanzase mi campanilla. Una vez introducido lo sacaba y lo escondía rápidamente, girándolo para un mayor estímulo de placer en tu cuerpo. Cuando iba frenando tus manos acariciaron mis pechos y los besó tu boca. Saco el artilugio de tu interior y te pones esta vez tú encima de mí, cabalgándome de forma frenética. Cerramos los ojos, tu respiración se hace de notar y yo me muerdo el labio; notas como un torrente de sangre concentrado en tu sexo, espasmos de placer. Descargo toda mi fuerza en una última penetración y tú aguantas apretando los dientes pero gimes de placer, finalmente. Un orgasmo se escapa de tu boca en ese último gesto. Caes sobre mí y colocándote de lado, te saco el consolador de tu vagina para apartarlo al borde de la cama. Te abrazo y te estrecho entre mis brazos, acerco mis labios a tus oídos y te pregunto:

¿Continuamos?