Cómete el aire.

El cielo se destiñe, las nubes se aclaran o se enfadan según les apetezca. A veces vienen, a veces se van, pero en algún momento te dan sombra. Tú te limitas a cavilar observándolas, creyendo que quizás en el mejor momento lloverá o se abrirá la luz entre un par de cúmulos flotantes. La verdad es que cuando llevas un tiempo en un lugar sombrío, con una lluvia casi diaria, te resulta extraño la posibilidad de que el sol se mantenga tanto tiempo mirándote. Luego te das cuenta que realmente era lo que necesitabas, un poco de luz y brisa fresca que amenice el ambiente.

El repiqueteo de la lluvia en el cristal y el aire queriendo entrar a tu cúbilo hermético desaparece, ahora es el sol quien se queda apoyado en el alféizar, esperando a que te desenredes de las sábanas y despegues tus pestañas. Al abrir la ventana sale huyendo con intención de que persigas su estela, pero prefieres dar media vuelta. Nada es suficientemente bueno, nada es suficiente, al fin y al cabo.

Cuando llueve, porque llueve; cuando hay luz, porque hay luz; cuando no llueve ni hay luz... porque simplemente está oscuro. La conformidad no es una de nuestras características, por mucho que nos empeñemos en ello. ¿Qué hay al fondo? No lo sé. ¿Y si miramos? ¿Para qué vas a mirar? No sé, por curiosidad... ¿Curiosidad, por dónde empieza?

Es en el momento menos indicado, a la hora menos adecuada, cuando tienes ganas de que salga el sol y es todavía de noche. Qué le vas a hacer, tendrás que dormir un rato...

1 comentario:

Anónimo dijo...

http://www.youtube.com/watch?v=sU7JdMejljo&feature=related