Valetudiana.

Velas enterradas en el pastel, deseando ser sopladas. Sonrisas por todos lados, pretendiendo que las imite. Humeante año que se suma a mi espalda, mi mente y mi persona. Recibir abrazos de cualquier persona, y como regalo, tirones de orejas.

Sentirte un poco más joven y más responsable, entender mejor las complicaciones de la vida y lograr dar tus primeros pasos en el camino. Retroceder a tiempos pasados, donde la inocencia te jugaba malas pasadas, el cariño rezumaba por los poros y la ansiedad por crecer aumentaba.

Historias de nunca acabar, mil mundos por comer, y cientos de tartas por saborear. Tripas que rugen con el aroma de nuevas decisiones, depilación urgente sobre viejas ideas. Amaneceres desganados y noches en vela, desarrollo de la imaginación latente de tu cuerpo, heridas que tardan en sanar. Vulnerabilidad a flor de piel, rencores emancipados que son dejados en el olvido. Saltos de opiniones, abismos de dudas interminables, y empatía con situaciones ajenas.


Avance desmesurado de una mente vetusta.
Recovecos que rebosan tempestad.