Callejón del delirio.

La luz se tornaba en rojo,
mientras las cortinas se cerraban.
Me juzgabas sin escrúpulos,
Yo sólo era otro de tus antojos.

La violencia de tus besos,
y el miedo en mi mirada
te daban poder y dominio
sobre mi cuerpo aún ileso.

La alfombra no era demasiado cómoda,
y tu pecho oprimía mis pulmones,
pero no puedo articular palabra
si a mi voz le cortan las alas.

Tu aliento apestaba a ebriedad,
y por la nariz te quedaba azúcar,
de ese que controlas,
por el que evitas la soledad.

Callé en un sólo segundo,
cuando mi tus manos dijeron basta,
mi garganta enrojecida
a causa de tus impulsos.

No quedaba aire para mí en aquella habitación,
donde derramaste bipolaridad por los rincones.
La 126 de la calle Primero des Gràcies,
recuerda tu nombre, tu rostro, y mi adiós.

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