Franqueza.



La calle apestaba a humanidad. Las zapatillas asfixiaban sus talones doloridos por el roce, hasta que condujeron el resto de su cuerpo a su hábitat natural: cuatro paredes
azules que simulaban la continuidad del cielo en su habitación. Con un hábil movimiento los zapatos quedaron olvidados casi debajo de la cama, dejando a sus pies libres aún envueltos en calcetines gruesos de rayas multicolor.

"Podría decir que no, podría negarlo todo y suprimir mi corazón, pero tú siempre sabrías que en las despedidas, yo soy la chica que se queda mirando a que se dé la vuelta y corra a abrazarla..."

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