El cénit de la aureola.


Y a la nada desapareciste tan rápido como llegaste. La agonía en tu pecho hacía eco de la melancolía errante de tu ser. Sucedió. Paraste en seco, sin dar si quiera media vuelta para que recordase la profundidad de tus pupilas. Machaste, sin terminar de hacer las maletas. Silenciaron mis gritos tus manos ahora livianas que se suspenden en el limbo de la recreación humana. Sacudo la tristeza que ampara mi desazón y pesadumbre, pues la calma llegará de un momento a otro. Intentastes conquistar el mundo entero, pero derribaron tus muros ahora cenizos. Reliquias de ese pasado que durante muchos instantes albergó esperanza y sobriedad. Pero sin contrato no hay garantía, y sin garantía no hay contrato. Firmaste sin mirar la letra pequeña, sin importante los vaivenes del camino. Aceptar todo tal cual viene es la base de la improvisación. Tu actuación fue sublime, pero ahora que no estás, ahora que faltas...

No me encuentro.

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