Cerezos en flor.


El deseo nunca fue bueno,
pero no puedo evitar que
la natura extraña que me recorre,
provoque espasmos en mi pecho.
Todos los actos refrendados
a una costumbre intrínseca,
oculta hasta el amanecer vacío
 en el que mi puzzle olvidó una pieza.

Mi boca busca tus labios
para derrochar el ansia guardada.
Mi lengua quiere saborear tus besos,
y ellos quieren cambiar de temperatura.
Mis dientes se impulsan a morderte,
y tu cuerpo mantiene un silencio inquietante,
que se rompe con cada caricia que derramas sobre mí.



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