Vocales cerradas y mente abierta.



A veces logras resucitar
a la bestia dormida
que calló durante décadas
ante el colapso del imperio.
Las miradas tóxicas que cruzaban
por las puertas abiertas
eran necias a las distracciones
de tus actos insolventes.

La fuerza de la gravedad
estuvo a punto de separarnos
pero con el mordisco de una manzana
todo sabe más dulce,
aunque existen ocasiones
demasiado ácidas.

Podría orbitar inconscientemente,
hasta llegar a altura justa
de tus ojos
para encontrar las respuestas
que jamás me diste,
que tampoco pregunté,
y me daba miedo oír.
La tensión se acumulaba
entre mis dedos por cada
sonrisa que llevaba escrito mi nombre,
hasta que de bruces cayó
mi demencia.
No tengo sueños para inmolar
por besos sin remitente.
Es tiempo de ver a través de mis pupilas.



Ya no soy una criatura de este mundo.

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