Las piezas del puzzle
encajan por sus huecos
y lo cierto es que
mi cabeza va
a la perfección
entre tu cuello
y la clavícula.
Esa sensación
de llegar tan alto
que casi da vértigo
cuando escucho tu risa
y los nervios se adormecen
en mi pecho.
No sé si es el café,
la falta de sueño
o que simplemente
estoy bajando la guardia.
Llámalo como quieras.
Pero llámalo.
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