Campo de minas.


El rugido de mi mente nostálgica arranca los recuerdos de mi piel para depositar un nuevo aroma, un huracán de sensaciones macedónicas que me fascinan y a la vez me enloquece. Reflejar el sol con un espejo, hacia las nubes de tu hoguera. Encontrar al mar verde mirando al horizonte de mi pensamiento, esperar con el barco a las valientes gaviotas que cruzan los límites de la tempestad.
Aunque las agujas del reloj no indiquen la hora exacta, los años se acumulan para ganar experiencia. Me ahogo en transiciones aberrantes, salpicando agobio y desazón. Traduce los colores en líneas abstractas por lamentos sumegidos en vasos ya vacíos.

Permanece tranquila.
La calma llegará... temprano.


1 comentario:

Patricia Kalevala dijo...
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