Drive me wild.


Y el soldado cayó, abatido por balas ficticias. El león dejó de rugir para terminar siendo un gato de circo. El abismo se agranda, se dobla en kilómetros y no hay nada más estúpido que tratar de cruzarlo en dos saltos. Cuanto más miro al horizonte, más lejano parece, y mi mirada se pierde sin encontrar gaviotas que me lleven a un puerto seguro. A veces las frases de compasión podrías ahorrártelas, porque dar pena no es lo mío. Frena los impulsos y las palmaditas en el hombro, porque más que reconfortar, lo que hacen es exponer todavía más la herida. Sé que lo he hecho mal, que quizás tomando la pastilla azul la realidad podría haber sido otra, aunque a veces la marcha atrás llega demasiado tarde. O ni siquiera llega.

Maldigo las horas perdidas, el cansancio de mis retinas, los nervios creciendo en mi estómago y las palabras que quedaron pagando una hipoteca en mi boca. Me reitero cuando digo que ganas no me faltan, pero sé que ahora no es el momento, y que la tensión que envuelve mi bolígrafo terminaría esparciendo tinta que se desborda por estas venas.


Hoy no nace un sol para mí.
No hace falta, provocaré que salga.
Como sea.

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