Maullando a medianoche.


Llueve tanto que el gato del tejado
raspa la ventana para poder entrar.
Esfuerzos inútiles.
A veces el torrente llega
de la manera más inesperada.
Y en momentos como ése,
se desvanecen las fuerzas,
desaparecen las cuerdas que te atan
a una contínua lucha en el ring,
cambiando los guantes por simple impotencia.

¿Dónde quedaron aquellas agallas
que ansiaban más peso en tus hombros?
Continúas endeble, resignándote
a descoser tus labios.
Marchitan las huellas livianas,
y el rubor del aire sobre tus hombros
que estremecen tu alma,
de la misma manera que a la piel.


Calienta las manos,
hoy el fuego se alza en lo alto.

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