Eco.


No hay motivos de alegría cuando sólo desprendes inseguridad, y es imposible ahogar la sed de estos versos melancólicos y cansados. Falta un engranaje por ceder pero la impotencia que rezumas está más lejos de lo que esperabas. Tan sólo necesitas divagar en tu mente para encontrarte. Y es que cuando más buscas, antes encuentras, aunque no a base de palos ciegos, ni de camas que se vacían y se llenan al día siguiente; es complicado la vida de mortal, pero peor sería pasar la eternidad observando vidas ajenas. Llamadas que terminan en la misma frecuencia constante, sin llegar a tener respuesta o una fidelidad innata de devolverte la palabra. El curso paralelo de este afluente con piernas está girando en una elipse trascendental, donde no se escucha nada, donde es a base de miradas que la comunicación fluye.

De dos saltos jamás se saltará un precipicio, de la misma manera en que no son suficientes para llegar hasta el alféizar en que la culpa se balancea. A veces es más facil callar, y otras tantas, contar lo que piensas sin risas de por medio que incomoden la sensación de quemarte por dentro.

Porque hay momentos en los que soy ceniza,
y momentos en los que voy a por las antorchas.
Soy fuego, al fin y al cabo.

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