Desidia.



El canto de las bestias
que guardo aquí adentro
es cada vez más intenso.
Se adelantan a mis pies
y tengo que cambiar de zapatos
para no dejar huellas visibles
a la inmensidad de tu angustia.
Ondean las cicatrices
por esta habitación
color melancolía.
Desprende desidia.

No hay remedio
para este desazón,
cada vez más adentro,
más intenso y real
de lo que quisiera imaginar.
Me pilló de imprevisto
y aunque lo hubiese sabido
no creo que terminase
de manera distinta,
porque si en el destino
estaba escrito,
habría tomado yo lápiz y papel
para reeditarlo.


¿Y qué vamos a hacer ahora
cuando me estoy casi ahogando
y esta piscina sólo te llega a la cintura?

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