Dos torres.



Patrones perdidos
entre las sinuosas curvas
de tu figura,
torres conquistadas
por diez firmes soldados.
Llamadas perdidas
con las que dedicas
minutos de locura
y desazón,
entre esquina y espada,
a esta torpe calma
que no sabe otra
más que agitarse.
El delta de un río que
se desboca por tus piernas,
y un cauce que trata de
recobrar la bonanza
arrebatada en un paréntesis
relleno de suspiros.

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