No me cuentes tragedias griegas
y demos el paso a crear la nuestra.
Revolvamos las palabras entre
cada uno de nuestros dedos,
arranquemos las cortinas que
protegen estos versos lánguidos
y sonreír a las calles grises
que duermen todavía.
Arranca de tu boca esta melancolía,
regálame besos hambrientos,
que nos entendemos mejor
con las luces apagadas.
Llévame a vivir entre tus piernas,
yo me encargo de acomodarme
Estamos a tiempo de dar la vuelta
al día en ochenta mundos.
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