la profundidad del océano
que llevas colgando en tu mirada
, donde hay piedras
que han dejado de romper olas
para poder partirme a mí.
He llegado a destrozar corazones
que sólo buscaban mi costa
, y es que yo
no soy mujer de puerto
sino marinera de afición
y capitana de un barco sin vapor.
Las olas se escapan
y vuelven
, algunas sin aliento
, otras borrando huellas.
Cuando quise darme cuenta
estaba en mitad de aquel mar
, observando cada gaviota
, degustando cada brisa marina
que escapa entre mis labios.
Dijiste que la paciencia sería
tu mejor aliada
hasta que decidiste
darle la espalda al mar
para contemplar atardeceres nuevos
y atravesar ese océano sin tripulación.
Si no te miro es porque
la arena cubre mis ojos
y el salitre me empapa el alma;
cuando algo pica también duele.
El mar provoca sed
pero te enseña a ser náufrago.
No hay comentarios:
Publicar un comentario