Pies descalzos




En verano hay noches frías,
igual que durante el invierno
hay alguna que otra noche caliente.

Entre amanecer y amanecer
hago un duelo contra el espejo
para ver quién gana con la mirada,
es un cara o cruz constante
pero el mar nunca frena
y, desgraciadamente,
a mí me gusta hacerlo con pies descalzos.
Dejarme llevar por las olas
y que el salitre sea mi piel
aunque quizás luego tenga escamas
pero no por la sal
sino por no llegar a tu orilla,
con el cielo algo desteñido
y un puñado de palabras en los bolsillos
que sólo sirvan para morderlas
entre los labios,
entre tus labios.

No sé hasta qué punto
es capaz de llegar esta revolución
que guardo dentro del pecho,
pero las olas afilan mis dientes
y yo como pez
muerdo el anzuelo
en una marea sedienta de náufragos.

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