Los días malos


Entre todos los callejones vacíos
terminé entrando en el tuyo,
afilándome la vida
para sentir ese intenso
subidón de adrenalina.
Me cansé de apuntar al futuro
con la piel llena de quemaduras,
de tener sed y terminar
tragándome mis propias palabras.

Soy más de pedir auxilio
con una cerveza en la mano
y algo de sangre en la lengua,
aunque el plan de llorar
a solas a veces me vale.

Sin embargo, pienso,
que en los días malos
hay que mirar de frente
y hacia todas las esquinas.
Con la misma ilusión de siempre
y las ganas de comerte los días,
bailar descalzos y riendo
aunque lo hagamos mal.

Porque entonces me acuerdo de tu risa.

Y de cómo me la contagias.

Incluso ahora.

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