Las quemaduras
de segundo grado
son tan dolorosas
que te hacen
perder la cuenta
de la cantidad
de marcas
que quedan.
Y no quiero
ni que te quemes
ni nuevas cicatrices.
A mitad del sueño
te espero,
sin armaduras
ni balanzas,
con la sonrisa sincera
y el orgullo caído.
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