Fallen Leaves


Caos cíclico, remolino de ideas que se muerden unas a otras. La brújula no deja de vibrar y la dirección es inexacta, mejor no arriesgarse. Cuando la piel se eriza, cargada de inestabilidad e ignorancia, se vuelve una empatía vulnerable. La esencia resbala, se desploma en un ambiente inhóspito cuyo margen está definido por la irritante realidad.


Caducan las hojas perennes. renuevan los sentimientos florecidos en la primavera y en el otoño marchitan. Cuando no queda nada por hacer, la mente papita con un ritmo persistente que invade el resto de terminaciones nerviosas y dispara la imaginación, logrando dar una forma corpórea a abstracciones nacidas de nuestro inconsciente.

Tal vez el veneno que se esconde dentro de mi piel rebose aprensión, una burbujeante curiosidad recorra mis venas y quede todo guardado en un abismal recoveco de estas cuatro paredes que mantienen prisionero a mi recreación. Las señales impresas en mi espíritu recobran el aliento, marcas superpuestas en el lienzo de mi piel.
La suspicacia ya no tiene cabida en la llanura de la franqueza; era demasiado crédula para haberlo sospechado. Las quemaduras divulgan ingenuidad, el contraste de lo ajeno con lo intrínseco divaga en cada latido. Pululan afectos reservados para el olvido, declina la delicadeza de tus pasos al andar. La desviación de mi mirada señala una espesa neblina, titubeante aproximación a mis dedos.

Demasiado tarde para yuxtaponer el afecto a las caricias.
Premio.

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