Desconecta


La calle apestaba a humanidad y estaba harta de respirarla. El cielo añil con nubes oscuras que sombreaban la ciudad precisamente no ayudaban a que mis labios se curvasen y lograse tener una sonrisa en el careto que llevaba. Las zapatillas asfixiaban mis talones doloridos por el roce, por lo que aligeré la marcha para llegar antes a casa, aunque tuviese que hacer zig zag entre los transeúntes. Todo fueron movimientos mecánicos hasta que las suelas de mis zapatos condujeron el resto del cuerpo a mi hábitat natural: cuatro paredes azules que simulaban la continuidad del cielo en su habitación. Con un hábil movimiento los zapatos quedaron olvidados casi debajo de la cama, dejando mis pies libres pero envueltos en calcetines gruesos de rayas multicolor. Aún con la ropa puesta, mi figura desfalleció en la cama casi en posición fetal, pidiendo a gritos caricias y palabras bonitas, agradables al oído.

-Pero ahora, para qué... Si ya no estás a mi lado haciéndome cosquillas con tu pelo en la cara, ni mirándome con tus ojos rubios...

Añoranza y rabia, ostalgia y desprecio fueron enlazadas en una mirada que recorrió toda la habitación, colmada de recuerdos que rebosaban melancolía. Derramé mi cara en la almohada para que las lágrimas no lo hicieran en mi piel; no quería, no merecía llorar. Sollozos que quebraban mi garganta, un gimoteo lento y cargado de aspereza, suspiros que no llegaban a ninguna parte más que al aire cautivo de mi pequeña guarida.
Podría decir que no, podría negarlo todo y suprimir mi corazón, pero tú siempre sabrías que en las despedidas, yo soy la chica que se queda mirando a que se dé la vuelta y corra a abrazarla. Quisiera dejar ese papel de lado y ser quien se va, pero todavía continúo en la estación, esperando ver tu cara por la ventanilla de algún tren que regresa a casa y no del que marcha para no volver.

Noté que algo me agitaba en el cuerpo, pero me encontraba en un trance en el que no sabía distinguir la vibración del teléfono y lo rápido que iba mi corazón. Tanteé mi pierna, palpando mis bolsillos hasta encontrar el cachivache para apagarlo. No tenía ánimo alguno de tener contacto con el mundo exterior, prefería encerrarme en mi propia burbuja un tiempo; me apetecía dejar esa valentía que tanto tiempo había estado acompañándome para ser cobarde y egoísta por una vez, aisalrme de todo y pensar sólo en mi. Y no sabes lo malo que es para el corazón que cuando llegue un sms piense que es tuyo, que cuando vea brillar la pantalla del móvil piense que quien llama eres tú, que cuando lees un comentario o un privado del Tuenti, ya me imagine leyendo tu nombre...


El calor que desprendía mi cara hizo que me diese cuenta de que las lágrimas continuaban por el contorno de mis ojos, un riachuelo que nacía en mi lagrimal y desembocaba en mis labios y mis mejillas, ahora sonrosadas. Las pestañas pesaban y poco a poco fui dejando de oponer resistencia al sueño que se cernía sobre mí. Me encogí más todaví en mi posición fetal y arranqué el cable de mi nuca que me mantenía enchufada a Matrix y lo desconecté. La realidad es aquí y ahora, hay cosas que quedan y otras que desaparecen.



¿Y yo qué hago, me quedo o desaparezco?

1 comentario:

Dantecris dijo...

¡Sacúdete el miedo!, ¡Mira al frente!, ¡avanza!, Nunca te detengas... Retrocede y morirás... Duda y morirás... Grita... No estás sola , y , aunque el corazón duela , no eres una cobarde , me niego a que lo seas , eres alguien maravilloso y , nadie merece tus lágrimas , valen demasiado , eres única y , sólo por eso , sé que algún dia estarás con la persona de tu vida... por que te lo mereces