Charcos.


Lluvia, que no cesa pero tampoco continúa.
Que muestra cómo estoy por dentro, consumiéndome.
Sentada en el alféizar de la ventana,
sólo puedo pensar en un mañana gobernado por el sol,
espléndido y expectante a las nubes perecederas del crepúsculo.

Y cuando caiga la noche,
y tu mundo empiece a temblar,
ahí estaré yo, con mis manos llenas de cuerdas
para tirar de él como si fuese mío también.
Que no decaigan las promesas del mañana,
ni sucumban a los recuerdos del ayer.
Los salmos que murmuras entre tus labios
son la clave para mantener el equilibrio
sin que ninguno de los dos tenga nada que perder.

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