Maldita dulzura.



Abrázame esta noche 
con tu pelo azabache,
tus ojos derramando ternura
y que estos días tan crueles
no estuviesen tan vacíos.
Empiezo a tener los pies fríos 
por esta melancolía absurda,
y busco tu mirada para ahogarme
como quise tantas otras veces.

No quiero palabras misericordiosas
sino unas pupilas cómplices
para asomarse una mañana más
en mi compañía.
Sé que me comprendes,
que piensas como yo,
y mataría la distancia que
se interpone entre tu cuerpo
y el mío.

Estoy harta de otra puta noche
conformándome con una almohada
para dar seguridad con mis brazos.
Y me sigo preguntando por qué 
emigraste,
lejos,
de mis comisuras.

Tampoco quiero encontrarme
la respuesta, la conozco,
pero prefiero oírla de tu boca,
donde todo sabe más dulce.

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