Rayos y retruécanos.

 
 
Abortemos las ideas
antes de que se queden huérfanas
Déjame abrir tus muslos y
mostrate el mundo como yo veo.
A veces es necesario sacar
al niño que llevamos dentro,
aún riesgo de que se asuste
de cómo van las cosas por aquí fuera.
 
Mojar recuerdos en el café 
y mantener las formas,
porque aunque el barco zozobre
soy capitán,
y me hundo.


Agárrate, que se acerca la tormenta.

Tormenta de alta mar.


Puede ser que el círculo se repita
y tenga que hacer submarinismo
por mis adentros
para recordar que aquel universo
fue nuestro
en algún momento.
A veces perdemos palabras
con tal de conservar emociones
en ese tiempo muerto
donde mojamos en café
el techo que comemos por la noche.
Podríamos malgastar los minutos
y matarnos a besos,
apagar la mirada
y quedarnos a oscuras.

Cierra los ojos pero mantén la mente bien abierta.

Hasta mañana no me despiertes.




Rozarte el alma 
con mi lengua,
que llegaras al orgasmo
con cada mirada que te lanzo.
Hacerte retroceder
hasta que tu espalda 
haga contacto con el frío
que guarda la pared.
Esta habitación 
se me queda pequeña,
me mudo entre tus muslos
que pintan mejor
a este cuadro de inseguridades.
Si me quedo despierta
es para follarte toda la noche
a base de versos
y de besos,
inundarte entre mis manos
mientras suplicas que siga,
que siga
y siga.

Salto de altura.


Me gusta pasear de puntillas por tu espalda,
y sentir la electricidad en la punta de tu lengua,
aún sabiendo que Madrid tiene un polvazo.
Sacar las espinas una a una es jodidamente intenso,
y el mundo empieza a ser un lugar egoísta.
A veces me paso de tonta, pero ya es hora
de que se acabe la broma, de comerme la impotencia
para escupirla a modo de sonrisa.
Porque llegaste sin saber qué decir,
y a mí las palabras se me cayeron
por el camino.

Hay personas que se parecen tanto a los pájaros
y no lo saben...
Cuando hace frío parece que las cosas van más rápido,
así que no me calientes las bragas,
que yo prefiero el corazón.

Cómete este tiempo que me sobra.
Lo guardo para ti.