Resistencia.

A quienes nunca ponen la otra mejilla
aquí no funciona esa ironía.
Las cicatrices siguen blandas
y el corazón se me pone tierno,
inconsciente,
como si supera dónde ir.


¿Qué harás cuando no queden argumentos
                                y no sepas qué decir?


No empecé el incendio
para ver arder las cosas
y ahogarme en la abundancia
que desaparece
sin haberla conocido primero.

Hay que tener un par de cojones
para soltar verdades como puños,
porque a veces llueven piedras
y otras veces
eres tú mismo el kamikaze.


Al final,
 la felicidad es un plato
de una ración individual.

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