A tijeretazos.



A veces pienso que ya he sentido
todo lo que tenía que sentir
, que lo que vendrá después
son versiones
más pequeñas
de lo que ya he sentido
Que el alma se me salía por la boca
cada vez que susurrabas
y la sangre no podía ir
más deprisa
cuando tu piel 
hacía contacto con la mía

Me guardabas besos
en los bolsillos
de chaquetas
que ya no me pongo
, por eso ahora
nadie me besa las manos
y pongo de excusa el invierno
para sentir algo
de calor
en los dedos

El mundo lo hice
a nuestra medida
, un paraíso entre sábanas
y un corazón dispuesto 24 horas
por si en algún momento
necesitabas inyección 
de adrenalina.

Al final fui yo
la que terminó enganchada
al olor de tu piel recién follada
, a los pelos revueltos
(en tu cabeza, claro)
, a la batalla por ver quién
prepara el desayuno
y quién recibe
con las piernas abiertas.

Hace tanto calor
que se derriten hasta las piedras
cuando tu ego y el mío
revolotean en sábanas 
tan gastadas como nuestras pieles
y declararnos la guerra
a piedra o papel.

Aunque yo soy más de tijeras.


Hasta los cojones.

Estoy hasta los cojones
de no poder fumar en los bares
cuando la única salida que veo
a conversaciones incómodas
es la calada de un puto cigarro.
Hasta los cojones estoy
de pedirle una canción al Dj
y que pase de mi culo
toda la noche
, hasta los cojones
de que no sigas el juego
de miradas que empezamos
, hasta los cojones
me tienes
cada
vez
que
te
meto
mi alma
por tus heridas
y te niegas mi hombro
para derramar mares sobre él.
Báilame el agua
por una puta vez en tu vida
, no te hagas de rogar
que tengo las rodillas maltrechas
y cansadas de implorar perdón.


A tu manera, claro.

Ártico.



Hace tanto calor

que se derriten hasta

las piedras

cuando tu ego y el mío

revolotean en sábanas

tan gastadas como nuestras pieles

Cenizas y otros polvos.




Intoxico
cada poro de esta piel
llena de vestigios temporales.
Cada paso hunde más
                                 y más
el puñal que enterraste
en mi pecho vulnerable.
Y ahora
que ya no estás
a ver quién es la guapa
que saca a Excalibur
de entre mis pechos.

Mato por una calada de tu aliento,
aquel que por las mañanas
me hacía resurgir
de las cenizas
que la noche anterior había respirado
en la taza de un váter.

Qué buena estaba
                       la camarera, digo.
Porque ahora con tanta libertad
no sé qué hacer con ella,
                       la libertad, digo.


La camarera sigue currando
y me folla mientras yo
me hundo más la espada.
Los dedos se los dejo a ella.