Cuando la calma llega

Cuando la calma llega
no existen clavos ardiendo
ni miradas perdidas,
tampoco intentos suicidas
de avivar las cenizas
ni gastar días
ahogando el amor.

Las lágrimas de sal,
los errores escritos a lápiz,
los balcones vacíos
y las plantas sin regar
son sólo daños colaterales.
Porque la combustión
que se posa en mi pecho
dice que va a llover
alguna que otra imprudencia
pero no me hace falta
sacar el paraguas.

Cuando la calma llega
de tu mano
el tiempo se envasa al vacío,
la rutina en obviedad,
los besos a cámara lenta
y las heridas en casualidad.

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