Callejón del delirio.

La luz se tornaba en rojo,
mientras las cortinas se cerraban.
Me juzgabas sin escrúpulos,
Yo sólo era otro de tus antojos.

La violencia de tus besos,
y el miedo en mi mirada
te daban poder y dominio
sobre mi cuerpo aún ileso.

La alfombra no era demasiado cómoda,
y tu pecho oprimía mis pulmones,
pero no puedo articular palabra
si a mi voz le cortan las alas.

Tu aliento apestaba a ebriedad,
y por la nariz te quedaba azúcar,
de ese que controlas,
por el que evitas la soledad.

Callé en un sólo segundo,
cuando mi tus manos dijeron basta,
mi garganta enrojecida
a causa de tus impulsos.

No quedaba aire para mí en aquella habitación,
donde derramaste bipolaridad por los rincones.
La 126 de la calle Primero des Gràcies,
recuerda tu nombre, tu rostro, y mi adiós.

Coda.



Rompe
las nubes del silencio

y deja que la lluvia amenice conversaciones triviales.
Que el sol se esconda por un momento y las sombras se descalcen.
Traga saliva.
Abre tus manos ante la danza del otoño,
que sigas el ritmo como si fuese una coda del ayer.
Un negativo que pasa veloz ante tus ojos
mostrando los recuerdos que quedaron impregnados en tu piel.
Caricias que cortan la circulación,
adrenalina por palabras inyectadas en vena.
Tu aliento que conecta con mi respiración,
y mientras los miedos de la noche observan.
Siéntete viva.
Tartamudea esas sensaciones todavía ávidas,
saborea el aroma que queda en tus pensamientos.
Escupe la aflicción que cuelgan en tus pestañas estáticas,

que se cierre el telón para dar fin al comienzo.

A veces...



Sientes que te
comes el mundo.
Necesitas gritar a contracorriente.
Quieres ser más que un número de teléfono.

Pero sólo a veces...

Franqueza.



La calle apestaba a humanidad. Las zapatillas asfixiaban sus talones doloridos por el roce, hasta que condujeron el resto de su cuerpo a su hábitat natural: cuatro paredes
azules que simulaban la continuidad del cielo en su habitación. Con un hábil movimiento los zapatos quedaron olvidados casi debajo de la cama, dejando a sus pies libres aún envueltos en calcetines gruesos de rayas multicolor.

"Podría decir que no, podría negarlo todo y suprimir mi corazón, pero tú siempre sabrías que en las despedidas, yo soy la chica que se queda mirando a que se dé la vuelta y corra a abrazarla..."

Live the life.

Deja que el olvido sea quien te observe, que tus miedos salgan a la luz y tu mente viaje a otro mundo, desconocido. Pide una copa a tus bares de soledad, para rememorar aquellos recuerdos que decidiste tirar. Quema los fantasmas del pasado que te evocan, sincérate cara a cara con la vida. Enreda las emociones y salpica con intensidad.

Vive.

Espasmos de Octubre.

Sacude tus penas en mi red de escapismo.
Tus ojos rubios,
me hipnotizan.
Tu melena caída,
desencaja mi boca.
Tu boca degolla
mi cuello de cordero.
Tus manos calman
las mías nerviosas.

Tus labios carnosos
multiplican mi sed.
Tus miradas furtivas
cazan mis espías.
Tus abrazos intensos
incendian mi pecho.
Tus caricias penetran
en los rincones de mi piel.
Tus besos tiernos,
me roban el aliento.

Píntame alegrías, que yo te tatúo sonrisas.

Lover


Somos malos actores con malas costumbres. Queremos hacer una comedia pero terminamos surmegidos en un drama. Pero no me importa qué máscara hayas llevado antes, ni a quién hayas encarnado. Sólo quiero que mi lengua permanezca en tu boca, para evitar que las palabras se escapen. Si te gustan mis zapatos, entonces síguelos, pero antes tomemos un poco de vino, para degustar el sabor de la tragedia.

El amor es una excusa para recibir dolor, y para hacer daño.
¿Te gusta herirme?
Entonces golpéame, que no me duele.

Sobriedad.


Estoy cerca de ,

y es difícil luchar

contra estos sentimientos.
Atrapada en mil momentos,
respirando queroseno
porque me quedo sin aire.
No hay errores,
no hay presión

pero todo con calma.
Sonrío a mi manera,
beso de mil formas,
pero siento solo de una.


Me perdí en el tiempo.
Pero no muevas las agujas.

Serenidad.


Una noche en la que reine el caos.

Saldar una promesa quemando la ciudad
Una noche para poder acelerar la verdad.
Locuras efusivas que no se pueden reemplazar.


Desnudar al aire con tu piel,
Provocarte escalofríos infinitos.
Poder mostrarte aquello que no ves,
Y sentirme kamikaze desde un principio.


Una noche de magia, sin prisas,
Iniciarlo todo con un roce inocente.
Una noche para suspirar sonrisas,
y compartir latidos diferentes.

Quiero volver a chocarme con las farolas de tu ciudad.

El argot de la espuma

Cuando cae la noche y no hay graznidos de gaviota que alteren los gruñidos de las olas que suben y bajan tratando de alcanzar las rocas, en la orilla queda la espuma salada, que es pisada por huellas humanas que dejan su rastro hundido en el moldeable suelo arenoso.

Anette dejaba que su larga y castaña melena ondulada se meciera al viento, que su cuerpo se fundiese con el mar cada sábado nocturno y que cada corriente de aire frío erizase cada rincón de su piel. Sus pies eran acariciados a intervalos por las olas, mientras ella canturreaba canciones de sirenas. La sangre palpitaba por todo su cuerpo, para que cada segundo que pasaba se sintiese más y más viva. Desvía su mirada a un horizonte perfectamente delineado, y el reflejo lunar que podía ver en la lejanía hacía que levantase la vista hasta el satélite que iluminaba sus movimientos. Un halo de luz envolvía su cuerpo redondo y perforado por la erosión.

Su rostro sombrío quedaba oculto en el lado B, dejando que fuese su parte reluciente e impecable la que se mostrase ante el mundo. Anette tenía la misma máscara inocente y diáfana, compuesta de luz incandescente, capaz de atraer a las luciérnagas de cualquier ciénaga. El aire que caminaba por su piel desnuda la envolvía de tierna calidez, haciéndola parecer una niña con cuerpo de mujer. Rasgos apenas marcados, pechos correctamente formados, labios carnosos, y cálida tez morena que hacía resaltar su mirada teñida de verde era reflejo de la muchacha en el agua. Sumergió entero su cuerpo hasta que los pulmones oprimieron su pecho, emergió a la superficie para darle un bocado al aire y continuar aleteando, como si de una sirena se tratase, en las reposadas aguas cristalinas.

Singular.

Tu garganta pide a gritos mis palabras,
y mis ojos buscan tu mirada.
Espero a que tu puerta se abra,
y poder tocarte, sentirte...
Tenerlo todo y a la vez... nada.

Ver como el tren te lleva lejos,
y no estoy sentada en ningún vagón.
Tengo miedo de quien vea en el espejo
ya no seas tú, sino simplemente un alma en pena
aquella que alguna vez fui yo.

Haré que tu corazón rebote contra mi pecho,
que tus pulmones tomen mi aire,
y tus venas lleven mis ríos de sangre.
Provocar un alud con mi despecho,
que la nieve sea con quien de mi último baile...
Pero no antes de intentarlo todo,
antes de que sea tarde.

Agorafobia.

Aún queda un poco de tí en mis labios, todavía hay rincones que ni tan siquiera mi boca ha rozado. Quedan miles de sábanas por arrugar, decenas de chistes por contar y murmullos que decirte al oído. Quizás el lugar no es el correcto, y el momento no es el más indicado. Tal vez las palabras no sean precisas, y las mentiras ni se asomen por la puerta. Puede que las pupilas no se encuentren, que no se sumerjan en la profundidad de la otra y las pestañas den por zanjado el final de la actuación. Huellas de color en la pared que borren cualquier miedo, reflejos que sonrían por tí en los días malos, y crisis que quiebren contra la pared. Calambres vertiginosos que te mantengan despierto las noches de escalofrío, enfados que saquen la parte más vulnerable, y lágrimas que muestren lo peor de ti. Que los susurros de medianoche queden atrapados en un lienzo, y las caricias que me enseñabas perdurasen dentro del tiempo.

Mordiscos de tu piel sobre mi piel.